El sector de la calle Esmeraldas y sus alrededores, en el centro de Guayaquil, es el Broadway de la política. A lo largo de esta avenida conviven en relativa paz las centrales de los partidos Alianza País, Sociedad Patriótico, Creo, Prian y Alianza Bolivariana Alfarista. Destellantes carteles con los caretos de candidatos a variados cargos públicos despistan a los automovilistas que por aquí transitan.
Refundido en una de estas centrales políticas, en la casa amarilla del Prian, y más solo que Adán en el Día de la Madre, se encuentra Esteban Salazar, un hombre de 79 años y que posee una piel como de sábanas destendidas. Trabaja desde 1998 como guardián de la sede en Guayaquil de este partido de la lista 7. Su “jefe”, como llama a Álvaro Noboa, jamás lo ha llamado por su nombre. “Creo que no sabe cómo me llamo”.
Salazar normalmente ingresa a trabajar a las 19:00, pero hoy (17 de febrero) –en espera de los resultados electorales- vino a las 17:00. Nadie le pidió que lo hiciera. Lo hizo por voluntad propia y con una admirable actitud de responsabilidad. “Hay que cuidar el trabajo más que a una enamorada porque de ahí sale el billete”.
Está sentado frente a un antiguo televisor coreano que emite la señal en blanco y negro. Es uno de esos aparatos que tiene una perilla que necesariamente hay que enrollar si se quiere cambiar de canal. Con esta TV ha visto derrotado a Noboa en las elecciones de 1998, 2002, 2006, 2009 y ahora, vio las del 2013.
Por un momento pensó que Noboa y sus seguidores vendrían a recibir los resultados electorales en esta sede política. Pero el magnate bananero los esperó en su Industrial Molinera, donde llegó a bordo de su yate privado. Con el 26 % de las actas escrutadas, el Consejo Nacional Electoral ubicó a Noboa en el cuarto lugar y el primer decepcionado fue Salazar.
“Hace mucho que ya no vienen acá a recibir los resultados”, dice con un tono de añejo. Salazar gana USD 318, el equivalente al sueldo básico y eso lo pone contento: “Nunca podría ganar más porque no soy profesional”.
Antes de trabajar con Noboa, laboró como barrendero público durante la alcaldía en Guayaquil de Abdalá Bucaram. Pero apenas dos meses después de que León Febres Cordero tomó el puesto, fue echado sin ninguna liquidación.
Dice que él no es ningún “bailarín”. Así llama a todo aquel que le promete a Noboa que va a botar por él “solo por recibir el quaker y la camisa”, a los “oportunistas”. Lo dice mientras se entera de los resultados y con ello se desvanece promesa electoral de tener su micro empresa.