El colofón del caso Carrión terminó pareciéndose más al final de una comedia de medio pelo que al cierre de un caso judicial dramático, concebido a la luz de la cruel necesidad de crear un santo mártir revolucionario.
El viernes, el fiscal Galo Chiriboga llegó atrasado a la audiencia de casación que la Fiscalía de Pichincha había pedido para impedir que Carrión sea declarado inocente por el supuesto intento de magnicidio el 30S. Por eso, la casación fue declarada en abandono y se ratificó la inocencia de Carrión declarada por dos tribunales menores .
Pero si resulta impresentable la idea que un Fiscal se atrase a una audiencia en un caso que la neurosis revolucionaria había elevado a la categoría de tema de Estado, aún más bochornoso es que ese atraso haya sido atribuido, por el propio fiscal Chiriboga, a la demora del ascensor de la Corte Nacional de Justicia.
Es doloroso que el Ecuador sea “la república bananera de las repúblicas bananeras”, como decía un funcionario de los EE.UU. en un cable filtrado por Wikileaks, pero el desenlace del viernes supera la descripción del diplomático.
Resulta tan tropical lo ocurrido el viernes que es difícil no caer en la tentación de pensar que todo fue arreglado para no seguir con el esperpéntico guión lanzado en un enlace sabatino.
El Ecuador es cada día más una caricatura de sí mismo. El envío de un Subsecretario a Damasco para solidarizarse con uno de regímenes más abominables del mundo, como el de Bashar Assad, es tan solo un episodio más en esta carrera hacia el absurdo total.