El argumento según el cual el episodio de las firmas falsas en el Consejo Nacional Electoral es un fraude cometido por los movimientos y partidos que no son Alianza País no solo es mentiroso sino perverso.
Mentiroso porque ha quedado demostrado, según el propio CNE, que uno de los movimientos que mayor porcentaje de firmas con problemas tiene es, precisamente, el gobiernista Alianza País.
El porcentaje de firmas con problemas en País es tan alto, más del 50%, que el argumento de Rafael Correa según el cual cuando hay firmas falsas en su movimiento son margen de error y cuando están en otro es fraude, queda desnudado como uno de los razonamientos más deleznables que se pueda imaginar. Nosotros cometemos errores, los otros hacen trampa.
Pero sobre todo el argumento es perverso. Afirmar sin tener prueba alguna y sin fundamentos técnicos que todos hacen fraude menos el Gobierno es echar veneno letal al proceso de renovación electoral y política que los fundadores de la ‘Nueva República’ prometieron en Montecristi.
El anhelo, justificado o no, de construir un sistema electoral nuevo y más justo sufre así un golpe bajo y cobarde. Básicamente, el mensaje dice que todo aquello distinto al proyecto del caudillo significa corrupción y pasado.
Planificado o no, el episodio de las firmas falsas es un ladrillo más en la construcción de un sistema político donde la alternabilidad y la transparencia no están admitidos.
Y todo porque el poder es un privilegio al que no se puede renunciar.