Ecuador y EE.UU. sí tienen de qué hablar y cómo entenderse. Esta es una de las tantas lecturas que se hacen acerca de la visita que mañana hará a Quito la secretaria de Estado, Hillary Clinton.
Luego de participar en la 40 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Lima, viajará a Ecuador para, desde allí, esbozar en una conferencia la visión de la Casa Blanca sobre América Latina. “Es un gesto simbólico importante”, dice el embajador del Ecuador en Washington, Luis Gallegos.
La idea de que Clinton visite Quito, según él, nació de las dos partes. Arturo Valenzuela, secretario adjunto del Departamento de Estado para el Hemisferio Occidental, es quien logró convencer a los asesores de Clinton de la importancia de entrevistarse con el presidente Rafael Correa.
Este Diario conoció que hubo primeras resistencias entre esos funcionarios. Su argumento era que no había nada que ganar, sino mucho que perder, debido a los supuestos ataques verbales permanentes de Ecuador a EE.UU.
A esta percepción se suma la presión de distintos grupos empresariales contra Ecuador. Por ejemplo, está la carta que envió Chevron-Texaco, el 12 de mayo, al Congreso estadounidenses detallando las razones por las que al país habría que negarle las preferencias arancelarias andinas.
“Para elegibilidad de estas preferencias ningún país beneficiario debe repudiar o anular ningún contrato con alguna entidad de EE.UU. Ecuador ha nacionalizado, expropiado o se ha apoderado del control de una propiedad de la que es dueño EE.UU.”.
Por esa misma línea van la Cámara de Comercio Americana y el Emergency Committee for American Trade. Las únicas voces favorables a Ecuador vienen de la Oxafam America y del Center for International Enviromental Law.
“Me imagino que Clinton y Valenzuela sopesaron que esta visita va a causar una reacción de la derecha”, opina Gallegos.
De hecho, Andrés Oppenheimer, en su reciente comentario en el Miami Herald, afirmó que “el presidente ecuatoriano (Rafael Correa), un seguidor de Chávez (presidente de Venezuela), que raramente pierde la ocasión para acusar a Washington de los problemas de su país, recibirá a Clinton, el 8 de junio”.
Larry Birns, quien dirige el Consejo de Asuntos Hemisféricos, sin esperar mucho de esta visita, cree que el encuentro de mañana será “una señal de que Washington siente que, pese a las duras críticas que a veces vienen de Quito, la situación es salvable y que la relación es rescatable”.
Para este analista, el presidente de EE.UU., Barack Obama, no tiene una estrategia de alta inversión política en América Latina. Menos en Ecuador porque este país andino no tiene valor estratégico para Washington”. Birns, sin desconocer que “este viaje es positivo”, dice que no hay que exagerar.
La vista de Hillary Clinton indica que EE.UU. y Ecuador quieren tener una relación amigable. “Quito necesita mantener las preferencias arancelarias y a Washington le interesa que allá se entienda que su relación con Colombia es importante. Además, la Casa Blanca sabe que Correa es un presidente electo democráticamente”, señala Peter Hakim del Diálogo Interamericano.
En Washington nadie espera que esta visita marque una nueva dirección de la superpotencia hacia Latinoamérica, en particular con Ecuador. “Pero sí establece unas fuertes bases para continuar en una relación saludable”.
Para John Sanbrailo, director ejecutivo de la Fundación Panamericana para el Desarrollo, “los dos países a lo largo de dos siglos han mantenido excelentes relaciones en varios escenarios. A pesar de la retórica populista hay más convergencias que divergencias”, en sus agendas.
Él cree que no hay que desestimar el hecho de que tanto Valenzuela como Correa tienen similares antecedentes académicos y pueden utilizar sus experiencias para superar una política que, a menudo, parece no ser tan constructiva.
No hay que esperar frutos de esta corta visita al Ecuador es el coro de los analistas que fueron consultados por este Diario. Empero, Gallegos insiste en que “Hillary Clinton marca una continuidad importante de la relación, muy a pesar de los adversarios”.
‘Se busca una buena relación’
Punto de vista: Ray Walter/ Analista Heritage Foundation
La estrategia de Obama es mantener una buena relación de trabajo con Ecuador. Tal vez se piensa que no es un país totalmente entregado a Hugo Chávez y se está haciendo el esfuerzo de mirar a Correa como un potencial amigo, al margen de las disputas con corporaciones como las petroleras.
Arturo Valenzuela cree que sí hay bases suficientes para un diálogo con Ecuador, lo que no ocurre con Bolivia y Venezuela.
Cuando un secretario de EE.UU. se reúne con un presidente se espera que al menos haya futuras acciones y cooperación.
No estoy convencido de que esta parada en Ecuador sea del todo positiva. ¿En cuál eje está gravitando el Presidente ecuatoriano? No se sabe a largo plazo por dónde quiere llevar Correa a su país.
Una relación constructiva será posible si se resuelven las disputas con los grupos de inversión o si se establecen las relaciones con Colombia. Esto interesa a EE.UU.