José Tonello.
Su experiencia. Es filósofo y director ejecutivo del Fondo Ecuatoriano Popularum Progressio. También dirige Codesarrollo.
Ecuador es un Estado laico, pero todos los viernes santos vemos multitudinarias procesiones en Quito y Guayaquil. ¿Qué tan arraigada está la religión cristiana en los ciudadanos?
No se puede sacar del alma de la gente algunas necesidades espirituales, que se olvidan casi el año entero. Salen en Navidad, en finados, y en Pascua, pero no se logra sacar de la gente esta necesidad de la relación con algo que nos trasciende que es Dios y sus expresiones.
¿El Gobierno puede interferir en esta relación?
En el Régimen comunista de la Unión Soviética, oficialmente atea, duró 70 años y no se logró sacar del alma de la gente sus convicciones religiosas. Hoy existe allá una Iglesia Ortodoxa que ha logrado reestructurarse. Es parte de la naturaleza humana, buscar algo que nos dé esperanza, que vaya más allá de las penas, del sufrimiento y de las alegrías, esto no se va a quitar.
El año pasado había la intención de aprobar una normativa legal que fortalezca el concepto de Estado laico.
Sí, pero se quedó solo como una intención. Puede haber una separación del Estado de las actividades religiosas, pero se debe entender que el Estado está hecho también por hombres y mujeres que tienen adentro la religiosidad y se encontrará siempre la forma de sacarla a flote.
Pero no se debe imponer la religión ni la fe.
No, porque si la imposición de prácticas religiosas va contra los derechos de las personas, creo que es una violencia que no es propia de los seres cristianos.
¿Muchas personas esperan que llegue el Viernes Santo por el feriado, las tradiciones o por su fe?
Creo que es un problema que pasa por la conciencia. Sí se está perdiendo intensidad en la vivencia de la religiosidad, que se evidencia en que más y más gente que va a la playa, y tienen todo el derecho de hacerlo, pero creo que no es ocasión de ir. Pero también hay personas que aprovechan este momento para vivir sus creencias y organizaciones como la que yo dirijo que vemos en la ayuda al prójimo nuestro rol fundamental.
¿A qué cree que se debe esta reducción de la participación religiosa?
A mí me parece que las expresiones de exteriorización de la fe disminuye, y en algunos casos corren el riesgo de ser solo expresiones folclóricas.
¿Por qué?
La Iglesia debe replantearse cómo comunica ciertos valores a la sociedad. La dinámica actual, la comunicación que se recibe no es comunicación que lleva a vivencias profundas; los temas económicos son más fuertes que los éticos. Los modelos de vida que se presentan en los medios y los contactos de ecuatorianos con otros países, ponen en discusión el modelo de la familia, por ejemplo. Este ha sido un tema que ha estado fuertemente ligado a una concepción incluso religiosa, que señala que nace del sacramento del matrimonio.
Han habido algunos episodios que han demostrado un enfrentamiento entre la política y la Iglesia. Uno de ellos, lo sucedido con los Heraldos del Evangelio y la ratificación de la norma penal que restringe los discursos políticos en los púlpitos.
Desde 1934 está vigente en el Código Penal la limitación de la participación política, pero no se la ha aplicado. Sí han habido algunos conflictos, que no han estado solamente entre la Iglesia y el Estado, sino también al interior de la Iglesia, entre quienes tienen visiones más antiguas, y las más modernas que leen los signos de los tiempos, y están cambiando conforme a los hechos que suceden.
El presidente Rafael Correa es católico y va a misa, pero igual mantiene conflicto con una parte de la Iglesia. ¿No es contradictorio este comportamiento?
No, porque yo como representante del Estado debo certificar que el Estado es laico, pero como persona tengo la libertad de vivir lo que siento, y eso ha hecho el Presidente, que mira de forma progresista a la religión.
¿Se puede ser cristiano-católico y vivir solo bajo las normas laicas?
Creo que no se limitan. Si a mí, el ser cristiano me ayuda a ser mejor ciudadano, por qué debo reprimir estas motivaciones. La honradez, que es un concepto laico, también aparece en un mandamiento de Dios, que dice no robar. Esto se puede interpretar como pagar impuestos, no coimar a un policía… Lo uno no se contrapone a lo otro.