Muy al estilo de los viejos tiempos, los insultos siguen siendo un elemento imprescindible en la política ecuatoriana. Lejos de las sesudas ideologías, los agravios –unos de léxico fino y otros de una vulgaridad indiscutible- constituyen la base del discurso de muchos honorables y dignatarios. Desde la cabeza del Estado, el presidente Rafael Correa, hasta los asambleístas, los malos tratos e insultos “matizan” el trabajo de las autoridades de elección popular.
Hay hasta evidencias estadísticas. En el 2010 por la organización Ethos, que recopiló las casi 500 “palabrotas” del Primer Mandatario para referirse a políticos, periodistas y empresarios. Así, los más célebres son: “gordita horrorosa”, “bestias salvajes” “ecologistas infantiles”, “pelucón”, “cachetón”, “basura”, así como la infaltable “prensa corrupta”.
[[OBJECT]]
Los malos tratos no solo son propios de Carondelet. El episodio más reciente fue el que se produjo ayer entre el asambleísta Abdalá Bucaram Pulley y el magistrado de la Corte Constitucional, Manuel Viteri, durante la sesión del Pleno. “Ladrón”, “pillo”, “sinverguenza”, fueron algunos de los insultos que ambos se profirieron.
Esta no es la primera vez que el legislador se pone en una pelea “pico a pico” con sus contrincantes políticos, tal y como lo hizo en su época su padre, el ex presidente Abdalá Bucaram Ortiz, quien insultó a León Febres Cordero, Rodrigo Borja, Jaime Nebot, Álvaro Noboa o Fabián Alarcón.
MIRE AQUÍ LA TRANSCRIPCIÓN DE LA PELEA
De tal palo, tal astilla. Ya en enero del 2011, ‘Dalo’ llamó “sinvergüenza, cobarde, corrupto y miserable” a César Rodríguez, entonces militante de Alianza País, durante una reunión de la Comisión de Fiscalización que analizaba el juicio contra el Ministro de Salud.
Lo que sí no perdonó Dalo fue que se metieran con él y su familia. Fue cuando Alexis Mera, secretario jurídico, dijo que el legislador Bucaram tenía la corrupción genética de su familia.
La vehemencia con la que Dalo enfrenta a sus opositores es igual a la de su padre. En el 2005, cuando Abdalá Bucaram volvió de Panamá por obra y gracia de la Pichi Corte, llamó “viejo marihuanero” al ex mandatario León Febres Cordero. También, durante una entrevista concedida a TC Televisión, ofendió a Álvaro Noboa: Lo llamó “bobo” añadiendo que: “lo hice rico y ahora está intentando joder a mis hijos”.
Pero las escenas que se han visto en el Pleno de la Asamblea (recuerdan la ‘carajeada’ de Betty Amores a un asambleísta del PSP) y ahora en la Corte Constitucional no distan mucho de las que nos trae a la memoria el Congreso de la llamada “partidocracia”. Los insultos los entre políticos eran incontables. Nadie puede olvidar el ‘famoso’: “Ven para mearte insecto…”, que le profirió Jaime Nebot a Víctor Granda, cuando ambos eran diputados en 1990.
[[OBJECT]]
13 años más tarde, Lucio Gutiérrez, ya de presidente, optó por el insulto para defender su ejercicio como mandatario. Fue entonces cuando llamó sepulcros blanqueados a los políticos, muchos de ellos diputados, que, según él, se oponían a que Napoleón Villa saliera del Fondo de Solidaridad “para proteger sus intereses y evitar que pongamos controles”.
En la campaña política del 2006, Noboa y Correa se enfrentaron con duros calificativos. Álvaro Noboa tildó a Correa de “comunista”, “copión” “bacalao” y “corrupto”. Y él le devolvió esos calificativos diciéndole: “oligarca aniñado”, “mediocre”, “heredero corrupto y farsante” y “fariseo”.
[[OBJECT]]
Con menos talento y mayor procacidad, los políticos de hoy son tan ‘fosforitos’ como eran los de antaño. José María Velasco Ibarra era experto en el insulto frontal y agresivo. No dudaba en llamar a los políticos socialistas “personas de mente ratonil”.
De igual temple fue Assad Bucaram quien, con cierta gracia, llamaba a Heinz Moeller el político con nombre de salsa de tomate y apellido de mostaza. Assad Bucaram también se burlaba de su sobrino Jaime Roldós, al decirle que viajaba “en una nube rosada” y que se creía “Cassius Clay”, un boxeador de inicios de los 80.
Claro, lo que sí hay precisar, es que Jaime Roldós no se quedaba atrás en su forma de ejercer la política. Con el discurso elevado que lo caracterizaba, llamó a Assad Bucaram y a otros diputados “Los patriarcas de la componenda”. En ese grupo incluyó a León Febres Cordero, a quien tildó con el clásico epíteto de “insolente recadero de la oligarquía”.
Febres Cordero, como buen caudillo, también hizo de la ofensa su arma política. No solo decía que él “no se ahuevaba”, sino que prometió perseguir a Gustavo Noboa como “perro con hambre”, o calificar a Osvaldo Hurtado como “sociológo vago”. Eran los días de su campaña presidencial de 1984. Luego Hurtado se desquitó de su “sucesor” a quien también empezó a llamarlo “el pobre Presidente”, luego de que sucediera el secuestro de Febres Cordero en Taura.
Ni Gutiérrez se libró de Febres Cordero, quien en una ocasión, tildó al Coronel el “descastado presidente”. En respuesta Gutiérrez le dijo que eran los toros los que tenían casta pero además un par de cuernos… ¿Qué nos habrá querido decir”.
[[OBJECT]]