El presidente Rafael Correa busca repotenciar su imagen en Estados Unidos, donde hay un escenario difícil para los intereses del Gobierno.
La campaña de Chevron contra el Estado ecuatoriano, las críticas a la situación de las libertades en el país y la concreción de nuevas vías de financiamiento son tres temas clave para su administración y que en gran medida se debaten en territorio estadounidense.
De ahí que su visita no oficial por Boston, New Haven y Nueva York fuese el vehículo que Correa escogió para difundir el proyecto de país que lidera, buscando derrumbar la imagen que se ha construido sobre él, como un enemigo de EE.UU.
Su presencia cobra más importancia si se toma en cuenta que, de forma paralela, prospera un acercamiento bilateral y de diálogo político entre Quito y Washington. Ese proceso ya tuvo como primer resultado la visita al Ecuador, el 31 de marzo, de Alexis Lee, subsecretario adjunto para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de los EE.UU.
Un acercamiento indirecto
No fue casualidad que en la visita de Correa no se hubiesen registrado encuentros oficiales con autoridades de la administración de Barack Obama.
La estrategia ecuatoriana buscó que esta señal de repotenciamiento de la imagen presidencial en Estados Unidos no fuera de forma directa, sino a través de dos de los centros académicos más influyentes en la política de ese país. Las universidades de Harvard y Yale.
El Gobierno encontró el ‘timing’ adecuado para aceptar la invitación que Harvard le había extendido para que visitara sus instalaciones. A partir de ese hecho surgió la idea de que el propio Correa presentase allí, y luego en Yale, las “bondades” de su proyecto político desde hace siete años. Por eso tampoco fue coincidencia que impartiera en Harvard y Yale su misma conferencia: El desarrollo como proceso político: el sueño ecuatoriano.
La estructura de su discurso fue sencilla y breve (45 minutos) con tres componentes. Uno, contrastar la inestabilidad política del Ecuador entre 1997 y 2006 con los siete años de su gestión avalada en las urnas. Dos, subrayar sus índices económicos y sociales. Tres, exponer su plan de potenciar el conocimiento y la innovación como pilares para el cambio de la matriz productiva.
Este último punto fue clave para que su viaje de cinco días no fuera percibido como un desplazamiento político. Por eso tuvo singular importancia la visita a laboratorios y las reuniones con científicos de ambas universidades, así como del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Harvard y Yale son centros de pensamiento con una alta influencia en el mundo político estadounidense. Harvard es considerada como la cuna de la formación de líderes demócratas y su Escuela de Ciencias Políticas -donde se presentó Correa- lleva el nombre de John F. Kennedy.
A través de estas visitas los más connotados académicos podían ver en Correa una imagen distinta a la de un presidente antiestadounidense.
El Mandatario no desaprovechó la oportunidad y enfatizó su gusto por la academia. Relató que en Estados Unidos vivió años felices cuando era estudiante. Dijo que admiraba a su población.
También usó la historia de la democracia estadounidense para explicar la transición que vive Ecuador y hasta evitó entrar en polémica en temas que podían ser sensibles como el asilo a Julián Assange, al asegurar que él no estaba de acuerdo en la filtración de documentos secretos estadounidenses.
“Siempre toda visita de un Presidente de la República por académica que sea va tener repercusiones políticas. Lo hemos dicho, incluso escribí un editorial en el Boston Globe, diciendo que a veces no se entiende lo que está pasando en América Latina…”, respondió Correa sobre el alcance político de su desplazamiento.
Sin embargo, su postura de apoyo al gobierno venezolano de Nicolás Maduro, así como sus críticas a ciertas políticas estadounidenses, dejó algunas dudas en ambos auditorios.
Dos de los asistentes al encuentro privado del martes entre Correa y académicos de Harvard, bajo condición de anonimato, coincidieron en su inquietud por la postura del Jefe de Estado frente a la crisis venezolana, al señalar que Maduro no es un represor.
La embajadora ecuatoriana en Washington, Nathalie Cely, sostuvo que la intervención presidencial en Harvard y Yale deja un balance positivo. Ella jugó un papel clave porque organizó todas las actividades de la agenda presidencial, que incluyó la difusión del artículo de opinión de Correa en el Boston Globe. Además, el canciller Ricardo Patiño no acudió a la gira, pues se encontraba en Caracas impulsando el diálogo entre Maduro y la oposición, por pedido de Unasur.
¿La visita de Correa cumplió su objetivo de abrir canales de diálogo en Estados Unidos? Eso se comprobará en los próximos meses si se concreta un encuentro entre Patiño y John Kerry, jefe de la diplomacia estadounidense, para relanzar el diálogo político bilateral.
De igual modo, se verá con el paso del tiempo en qué desencadena la disputa legal con Chevron. Por lo pronto, la Embajada de Ecuador en ese país contrató hace unas semanas a la empresa Ketchum, una firma de relaciones públicas que ayudará a contrarrestar los efectos de la campaña de la petrolera.
En contexto
La política exterior del presidente Rafael Correa, desde el 2007, ha generado múltiples roces con EE.UU., el primer socio comercial del Ecuador. A partir del 2011, tras la expulsión de la embajadora Heather Hodges, las relaciones no han recuperado la confianza.