‘El cobre, la nueva era de la Patria. Gracias Rafa”. Esta leyenda se leía en la camiseta verde que Mario Molina, de 24 años, y sus compañeros llevaban, en el parque El Arbolito. “¿A qué se refieren con eso del cobre…?”. El joven de Chone (Manabí) oyó la pregunta extrañado y llevándose la mano derecha a la frente, parecía decir: ¿de qué habla?
Miró la frase en su pecho y luego clavó la mirada en una prenda idéntica que lucía uno de sus amigos… No. No sabía que la explotación minera de ese y otros metales es uno de los temas calientes, que movieron a la Marcha por la Vida, que él y miles más –según calculó el presidente Rafael Correa- neutralizaron con su presencia.
Mario no tuvo tiempo de contarle a su tía Narcisa, quien lo crío, que había decidido venir a Quito. ¿Para qué? “Para apoyar la defensa de la democracia”. La respuesta se repitió, sin mucha reflexión, en la boca de ciudadanos esmeraldeños, guayasenses, manabitas, quiteños… que no dejaron espacios libres en El Arbolito.
“Me parece que Rafael Correa es buena persona, pero a veces se pasa en las sabatinas. Se burla de la gente”. Pero es un buen presidente, reiteró y lo probó con un ejemplo: ahora está construyendo el Multipropósito Chone, para parar las inundaciones.
En otro sitio del parque, frente a la Corte Constitucional, en la av. 12 de Octubre, Juan Cabezas apareció tumbado en el piso. Dos jóvenes, también esmeraldeños, apenas mantenían su cabeza a centímetros del piso, sujetándolo de los hombros. ¿Cuántos años tiene? “Más de ochenta”, apuntó uno y el hombre, de cabello rizado, tan blanco, que lucía como un ángel de piel negra, movió el dedo índice negando el dato.
En voz muy bajita, Juan aclaró que cumplió 79 años, antes de que lo llevara una ambulancia del Ministerio de Salud, a cuyo rescatista le indicaron que no era la primera vez que se desvanecía debido a problemas de presión.
Pocos se percataron de lo ocurrido. Cada uno vivía su mundo, con su grupo. Pese a la cantidad de banderas que la gente agitaba, a las camisetas, a las proclamas desde la tarima en contra de los golpistas, el acto no parecía muy cívico. El olor a pollo y papas fritas, a mote con fritada, a choripanes, a cuero asado… se expandió en varios rincones del parque, casi formando nubes de humo.
Muchos no se resistieron y caminaron en busca de platos de comida. Pero otros no se inmutaron, dieron vueltas, como quien quiere estirar las piernas y examinar todo el terreno. Cargaban banderas blancas, con leyendas sobre la defensa de la democracia o con los logos de los periódicos públicos, El Telégrafo y Pepe; también verdes de Alianza País. Algunos jóvenes las colocaron en el cinto, como si fueran armas.
Iván Reyes, de Salitre (Guayas), blandió su machete. “Defiendo la democracia, el liderazgo, los pantalones bien puestos deCorrea”.
Elio Ramírez y Sandro López, esmeraldeños de 32 y 46 años, estaban decididos. Si había que quedarse un día o un mes, lo harían. Se prepararon, trajeron una cocina industrial, arroz y verde. No iban a permitir que “los de siempre intenten sacar a Correa”.
Entre la gente se había regado la respuesta: “Estoy aquí para defender la democracia”. Varios aseguraron que los indígenas estaban siendo manejados por políticos. En la tarima, colocada en el centro de El Arbolito, el animador removió los sentimientos de los presentes: “El que no salta no está con Correa… o es pelucón”…
Buena parte de las mujeres siguieron las instrucciones, sonrientes. Pero Ángel Pucuna, de 42 años, se mostró serio. Relajado, el guayaquileño sostuvo una pancarta y puso a sonar el mismo disco: que había que apoyar al presidente Correa y a la democracia.
“Aguas, colas, aguas”, gritaban las vendedoras, provistas de baldes con agua, para mantener frías las bebidas. Lo hacían intentando abrirse paso entre la gente y evitando caerse, al caminar sobre la hierba y el lodo, formado tras la lluvia de estas noches y los múltiples pisotones.
A las 10:00, Galo Mora, secretario general del movimiento Alianza País, anunció la pronta llegada del “querido compañero Presidente”. Quienes estaban dispersos, dormitando, acomodados sobre carpas blancas, para evitar el sol de esa hora, se movieron. Buscaron un lugar, que les permitiera observar a Correa.
“Echeandía presente”, aparecía en una pancarta, en la que se indicaba en foto y en letras que Inés Vásconez era la alcaldesa de este cantón de Bolívar.
El animador anunció la presencia de los asambleístas de Alianza País. El presidente de la Asamblea, Fernando Cordero, intervino para criticar la participación de “candidatos anticipados, colados, en la Marcha por la Vida. Ironizó: “Que sigan saliendo en las fotos”. Luego hablaron los y las ministras, como si fuesen teloneros de Correa, quien llegó dos horas después de que lo anunciaron.
Estas escenas se repitieron en otros dos espacios públicos donde la maquinaria oficialista armó concentraciones para “defender la democracia”. La primera parada fue la Plaza Grande, que lucía abarrotada de personas identificadas con el Primer Mandatario. Aunque en ese lugar el uso del micrófono fue exclusivo para Correa y su duro discurso contra la oposición a la que tildó de “golpista”. Luego repitió su discurso en la plaza de San Francisco, con sus militantes a la “defensiva”.