La estrategia del Gobierno estuvo destinada a sacar la pelota de su cancha. En lo jurídico, se traduce en la aplicación del “perdón” como cese de la pena por supuesta injuria, en este caso el pago de USD 40 millones y tres años de prisión para los directivos de El Universo y el periodista Emilio Palacio. Pronto se sabrá la respuesta y las consecuencias que esta tendrá en el plano legal, tanto nacional como internacional.
Más difícil es proyectar la intención y la consecuencia política de esta acción. Por ahora, está claro que se buscaba bajar la tensión, no solo mundial sino interna, que trajo la sentencia contra El Universo. El Gobierno intentó comunicar un mensaje político que puede simplificarse así: el ciudadano Correa fue injuriado, pero el presidente Correa, una vez que ha demostrado lo justo de su demanda, en un acto de magnanimidad decide perdonar. Y a otra cosa.
El escenario fue el que le cabe a un mensaje presidencial importante, con la presencia de altos funcionarios y embajadores, con pantallas gigantes en distintos sitios del país y, por supuesto, con una gran difusión en varios idiomas, para que el mensaje llegara lo más lejos posible. Correa proyectó una imagen de ponderación muy a tono con el mensaje.
Por un momento hasta se podría pensar que el lema de “perdón pero no olvido” pudiera tener, en lo que al Gobierno respecta, una suerte de lección aprendida que se tendrá presente para más adelante. Pero, lamentablemente, solo contiene una admonición en la línea de siempre: los medios son culpables y más vale que hayan aprendido de esta brutal lección.
En suma, una decisión de conveniencia que solo cambia las cosas momentáneamente. Todo hace suponer que más que de un perdón se trate de un “borra y va de nuevo”, cuyas consecuencias habrá que seguir observando, por ejemplo, en la aún pendiente Ley de Comunicación.