Se sabía de antemano que la Asamblea era el último espacio para que la oposición ejerciera un contrapeso político al poder que ha venido acumulando el presidente Rafael Correa desde hace seis años. Aún no se cuenta con información consistente sobre los escaños que alcanzará Alianza País, pero si se confirma el efecto de arrastre de la reelección presidencial, el Gobierno pudiera contar incluso con mayoría absoluta en esta nueva etapa legislativa.
Por lo pronto, se confirma que no habrá segunda vuelta, y que Correa se ha convertido en un fenómeno que halló la fórmula para evitar el desgaste del ejercicio del poder: conserva su capital político, lo cual significa que se las ha ingeniado para mantener viva la esperanza del electorado y que usa otros arbitrios que no se limitan al gasto fiscal con fines clientelares.
Correa ha logrado posicionarse como el presente (ejecutividad, orden, gasto social, inversión en infraestructura) y el futuro. Es llamativo que alrededor de un tercio de la población piense que estaremos peor, y que los dos tercios restantes crea que estaremos al menos igual o mejor que hoy.
El escenario legal electoral era favorable. El voto en plancha iba a beneficiar a quien lograra un voto monolítico. También se ha cuestionado la distritalización y el método de reparto de escaños como dos maneras de debilitar a la oposición, dispersa y sin estrategia. Y luego el candidato Correa ha cumplido a la perfección, se ha acompañado de una estrategia de campaña brillante y ha sacado provecho de las ventajas del candidato-presidente, mientras el Gobierno no ha dejado de tomar decisiones en la línea clientelar.
El traspaso del peso del voto presidencial para copar la Asamblea parece haber funcionado. Y no solo se le cerrará espacio a la oposición, sino que queda muy claro que en el bloque oficialista ya no habrá lugar para la discrepancia. Nadie duda a quién pertenece el voto.
Si ese es el escenario futuro, ya el Gobierno no tendrá que recurrir al veto presidencial y caminará como una aplanadora. Así, el Poder Legislativo se sumará a los otros poderes que en la práctica ya están en sus manos, y se cerrará el círculo de concentración.
Es difícil suponer que habrá un uso ponderado de ese poder acumulado; para eso no se hace un esfuerzo tan grande y concertado como el que Correa y Alianza País hicieron en esta campaña.