¿Cuál es el aspecto más importante que debería cubrir la Asamblea ahora?
La responsabilidad principal de la Asamblea en estos momentos tan difíciles por la pandemia, la economía, la inseguridad, etcétera, es la de tener coherencia entre lo que hace y lo que la sociedad espera de ella. El papel de la Asamblea en la legislación y en la fiscalización, en la definición de algunas políticas de Estado es fundamental. Pero lo que recibimos frente a eso es todo lo contrario: una asamblea enredada en sus propias y difíciles circunstancias.
Porque pareciera que la prioridad para un asambleísta, cuando se posesiona, es gestionar cargos…
Todo se trata de cómo el elegido llegó a la Asamblea: para tener poder, para ganar fortuna, para tener prestigio… para cualquier cosa. Siempre es un propósito muy individual, no hay un propósito superior. Entonces, llego al poder y lo que tengo es compromisos: con los jefes de la campaña, con los amigos, con los parientes y ahí es donde empiezan a aparecer estos escándalos, que alejan a la política de la ciudadanía. Tengo miedo de que esa Asamblea, con ese tipo de integrantes y ese tipo de conductas, sea la peor fuerza de destrucción del sistema democrático.
La problemática a la que se enfrenta el ciudadano como votante es compleja.
Uno de los desafíos más grandes de los ecuatorianos es llegar a una auténtica reforma política. Si es que vivimos en democracia y queremos hacer las cosas de acuerdo a la ley, entonces se supone que los mejores deberían estar haciendo las leyes. Pero eso no es así. Entonces, ¿cómo son los candidatos? ¿Cómo son los partidos? Son un desastre. No entiendo cómo en un país de apenas 17 millones de habitantes tengamos 290 partidos y movimientos políticos. Si es que uno mira la cifra, podría decir qué sociedad tan interesante, tan, democrática, tan plural… pero lo que hay detrás de eso es una forma de usar a la democracia para atender un millón de intereses particulares.
Es la política como beneficio personal….
Hay que estar en la política para cuidarse las espaldas por los pecados que hemos cometido. Hay que estar en la política para ascender socialmente, para pagar las deudas y tener más dinero. Pero en ninguna parte se dice que hay que estar en la política para cambiar al país, para propender a la equidad. La reforma política es la tarea más importante que tiene que hacer el Ecuador, porque con ella mejorarán la educación, la salud, el medio ambiente o lo que fuese. Esa reforma política nos conduce al tema de los partidos, cómo hacemos para ponerles reglas para que sus altísimas dignidades en la Asamblea no estén involucradas en corruptelas como hemos visto en estas semanas. En la Asamblea se desnudan las fragilidades del país, todas estas cosas poco éticas, poco democráticas de nuestra sociedad. Entonces los ciudadanos estamos obligados a votar, pero no obligamos a los partidos a que sean responsables de la democracia.
Difícil que el cambio venga de la clase política. ¿El llamado es para la sociedad civil?
Unos ciudadanos liderados por la Fundación Esquel, con apoyos internacionales, hemos lanzado esta iniciativa que se llama Diálogos nacionales, un pacto por el Ecuador. Una de esas mesas quiere trabajar las reformas del sistema político. Y la inspiración es lo que pasó hace ya varias décadas en España en los Pactos de la Moncloa para salir de cerca de cuatro décadas de una dictadura feroz hacia un sistema democrático; y eso pasaba por rehacer el sistema político. No es perfecto, pero es menos malo que en otras partes. Hay que pensar en soluciones porque lo que pasa en la Asamblea genera frustración, y aleja a la ciudadanía del sistema político.
¿Cómo hacer que la Asamblea se enfoque en los temas prioritarios?
Yo soy un optimista empedernido. Espero que estos escándalos que le han golpeado fuerte le hagan entender a la Asamblea que por ese camino no van a ninguna parte y que debe enfocarse en esta agenda nacional. La economía es el tema sustantivo. ¿Dónde están las reformas en materia laboral? Que no solamente sea un tema de derechos bajo los anteriores esquemas, sino cómo hacemos para actualizar esas normas que nos permitan tener condiciones de trabajo dignas, pero también de acuerdo con los tiempos. ¿Qué hacemos con el desafío del empleo juvenil? Eso es horrible, siete de cada 10 de ellos no tienen trabajo de ninguna naturaleza. Eso supone una asamblea dedicada a pensar en la solución y que no esté su energía concentrada en encubrir pecados.
¿Estamos frente a una oportunidad?
Sí. La única posibilidad de salir de esta crisis es a través de algún tipo de concertación y autoconvocarnos, presionar para dialogar e identificar regulaciones.
Hoja de vida
Boris Cornejo (Quito, 1949).
Economista por la Universidad Central. Tiene un masterado en Filosofía del Desarrollo (M.PHIL.) por la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Es fundador y expresidente de la Fundación Esquel que trabaja temas de democracia, con más de 750 proyectos, entre ellos el Foro de la Ciudadanía, el Foro Justicia y Sociedad, y Diálogos Nacionales: un Pacto Social por el Ecuador.