'En 5 años estaremos al borde de un abismo por la intolerancia'

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Fernando Vega, sacerdote de Cuenca, fue constituyente por Alianza País en el 2007. Presidió la Mesa de Justicia. Al finalizar su período, renunció a su cargo para no integrar el ‘Congresillo’. Él sostiene que la violencia que usa el  Presidente para atacar a sus enemigos es una forma de incitar al odio entre ciudadanos.

¿Qué se le viene a la cabeza cuando ve al Presidente que exhibe la foto de un periodista, lo insulta y pide a sus seguidores que no lo olviden?

Esos métodos me recuerdan a ciertas estrategias del fascismo.

¿Fascismo?

Sí. El fascismo identifica a los enemigos del Régimen y procede a lincharlos mediática y moralmente para su descalificación. Ese procedimiento abre las puertas a cualquier otra agresión.

¿Agresión de quién?

De la población. Esa violencia utilizada desde el máximo mandatario genera posibles reacciones en las masas. En Cuenca ya tuvimos un incidente muy feo.

¿La agresión a un grupo de periodistas en el Municipio?

Sí, las ‘barras bravas’ del partido de Gobierno insultaron a los periodistas hasta sacarlos de la sala. Esa escalada de violencia del Presidente en sus enlaces genera actitudes de intolerancia.

¿Pero cómo puede probar que el Presidente es el responsable de ese incidente?

El Presidente da el mal ejemplo al criminalizar y linchar mediáticamente a sus adversarios, entre los cuales está la prensa. Su intolerancia se transmite a subalternos y a cierto grupo de seguidores.

Pero Rafael Correa es quien se queja que su Gobierno es objeto de linchamiento mediático.

Esa es la contra-estrategia de un Gobierno intolerante, que es incapaz de asumir la crítica ante la exposición normal que tienen los gobernantes. Sus palabras son incoherentes con lo que él dice. Sostiene que nadie cree a los medios, pero no comprendo por qué se preocupa por lo que dicen.

¿Correa no toma conciencia de que al ser presidente sus actitudes pueden tener efectos negativos?

Hay que aclarar que sus ataques no solo son contra los periodistas. Él ha tomado la decisión de implantar en el país un estilo intolerante frente a cualquier persona, institución o medio que ponga en duda algo de su Gobierno. El Gobierno ya no solo criminaliza en las cortes a la disidencia, ahora lo hace desde su poder mediático. Su actuación tiene efectos en cierto tipo de población fanática.

¿No es una exageración hablar de fanatismo?

Sus cadenas sabatinas se parecen mucho a una celebración cuasi religiosa. Allí se imparten dogmas incuestionables. A través de los medios oficiales, el Gobierno construye una realidad virtual, que es absorbida por los devotos incondicionales del Presidente. Hay una relación entre el líder carismático y sus seguidores fanáticos, que produce efectos en esta escalada de violencia.

¿Un Presidente que incita al odio entre los ciudadanos?

Efectivamente. Se genera una espiral del odio que socava las bases de una convivencia pacífica, la capacidad de diálogo y la búsqueda de acuerdos y consensos.

¿Qué pasa con la dignidad de aquellas personas maltratadas por el Presidente?

El Presidente también tiene ahí una actitud contradictoria. Por un lado están los programas de su Gobierno orientados a dignificar a las personas. Pero los borra con el codo cuando excluye del respeto y de esa dignidad a las personas que considera sus enemigas. Me parece que él está muy lejos de los principios cristianos y humanistas que dice practicar.

Correa dice que solo se defiende de las críticas injustas.

La política es la lucha entre las propuestas. Hay que saber defender la dignidad y verdad del Gobierno con altura. Nadie es perfecto: existen errores, debilidad y corrupción en todo espacio porque –por desgracia- así es el mundo. Quien se mete a la política sabe que se expone a las críticas, incluso a las injustas y exageradas.

¿Qué pasa con la dignidad del trabajo, cuando Correa dice que hay periodistas que distorsionan la verdad por un mendrugo de pan?

Eso ocurre en el Gobierno. Quizá no sea por un mendrugo, sino por un pan entero. Los periodistas de los medios oficiales e incautados están alineados por el pan que reciben. Cualquier disidencia en el periodismo oficialista sería censurada. Eso que crítica también lo practica.

¿Cuál es el límite de la denuncia en la esfera política?

Cuando faltan razones sobran los insultos. Desde el periodismo crítico al Gobierno y desde el Presidente se debe usar un lenguaje respetuoso. Cualquier pronunciamiento, por más duro que sea, debe manejarse dentro de los límites de la verdad y de la convivencia social mínima. El hecho que se discrepe no tiene que llevarnos al insulto y la degradación de la dignidad de la persona.

¿Cómo se puede llegar a ese ejercicio de tolerancia?

A quien Dios se lo dio que San Pedro se lo bendiga. No es algo que se improvisa. Hay que haberse preparado durante la vida, en un ejercicio espiritual de aprender a resolver situaciones de tensión y no perder las correas.

¿Sugiere que el Presidente no tuvo esa preparación?

No hay el equilibrio y señorío necesarios para resolver este tipo de problemas. Pero veo que solo estamos preocupados por los periodistas, cuando no solo ellos son denigrados por el Presidente. También son agredidos los ciudadanos, pueblos y gobiernos locales que no se alinean con él.

¿Y qué pasa con los ministros y colaboradores que se alinean con la actitud de Correa o guardan silencio?

Hay gente del entorno del Presidente que se desespera al ver estas actitudes, pero no se atreve a criticarlo. El Vicepresidente es el único que se atreve a plantear otro estilo, pero no se le hace caso. Sus actitudes, de algún modo, lavan el rostro de Correa. Pero una golondrina no hace verano.

También se puede pensar que el Vicepresidente es parte de la estrategia para suavizar la imagen del Mandatario

No lo sé. Pero ese rostro y talante conciliador no es el que orienta las acciones del Gobierno. Me parece que el prohibir a sus ministros dar entrevistas a ciertos medios no es compartido por todos sus colaboradores, ya sea por cálculos electorales u otra consideración. Pero nadie se atreve a expresar su desacuerdo.

¿Cuál es el efecto de ese silencio en el Gobierno?

El problema es que Correa ha ido ganando espacio y poder absoluto a través de esa sumisión y silencio de sus colaboradores.

La mayoría de funcionarios justifican las actuaciones del Presidente en nombre del “proyecto político”.

Así es. Incluso generan ciertas argumentaciones retorcidas para justificar todo.

¿Argumentos retorcidos?

En lugar de señalar que se prohíben las importaciones porque el modelo consumista pone en riesgo la balanza de pagos, se dice que son medidas para evitar la contaminación y del ambiente. Son tonteras que no tienen nada que ver con la realidad. En lugar de llamar las cosas por su nombre se dan vueltas y revueltas para intentar justificar lo injustificable.

¿Dónde queda la libertad de esos ministros que aceptan las prohibiciones desde el Primer Mandatario?

Es que ahí no existe libertad. Cuando se implementa un modelo de gobierno que une las mejores enseñanzas del estalinismo con algunas del fascismo, ¿en dónde puede quedar la libertad? En todas las dictaduras comunistas o fascistas, cualquier disidente es considerado un enfermo mental. Cualquier acto de libertad es una amenaza al poder omnímodo del dictador.

El Presidente dice que está en el poder porque el pueblo así lo ordenó en las urnas.

Bajo una ficción de democracia, vivimos un régimen con características de intolerancia muy grande, que nos recuerdan épocas nefastas donde la libertad fue eliminada. En cinco años el Presidente se irá a Bélgica y nos dejará al borde de un precipicio político, social y económico, como resultado de la intolerancia que se ha cultivado en estos cinco años.

¿Palpó esos rasgos de intolerancia cuando fue parte del bloque constituyente de Alianza País en Montecristi?

Por discrepar en la Asamblea fui calificado como “infiltrado”. Fui coherente con mis discrepancias y renuncié a ser parte del ‘Congresillo’ posterior a la Constituyente de Montecristi.

¿Hay algún factor estructural que explique todas estas actuaciones del Presidente y de sus colaboradores?

Hay una divinización del Estado frente al ciudadano. Ese es un tema que el Gobierno maneja de forma muy poco coherente.

¿Cómo se refleja esa ‘divinización’ estatal?

Por ejemplo, parecería que se desea que las comisiones de DD.HH. defiendan a los Estados. No es el Estado el que tiene derechos, sino el ciudadano. El Estado, al tener el poder, tiende a excederse y no considerar los derechos ciudadanos. ¡Qué cercano está el Ecuador a los EE.UU., que comete tantos atropellos basados en su soberanía!

¿El Gobierno desfiguró el papel del Estado?

Toda caricatura es una desproporción de la realidad, al exagerar sus rasgos. Por eso, la conducción del Gobierno en estos temas es caricaturesca.

El Presidente dice que es un Estado propio del socialismo del siglo XXI.

Parecería que la versión ecuatoriana del socialismo del siglo XXI tiene estas características de prepotencia, intolerancia y sumisión. A todo ello hay que sumarle su poderoso aparato propagandístico, que pretende convencer a los ciudadanos que a las 12:00 ya se ha ocultado el sol.

¿Qué va a hacer si en la próxima sabatina el Presidente exhibe su fotografía, lo descalifica y pide a sus seguidores que no lo olviden?

No tengo ningún miedo a ese tipo de actuaciones. No me extrañaría que lo haga. No es de extrañarse que un peral produzca peras, lo extraño sería que produzca higos. Jesús dice que a los hombres se los conoce por sus frutos. Entonces sé lo que se puede esperar del presidente Correa.

Fernando Vega, sacerdote de Cuenca, fue constituyente por Alianza País en el 2007. Presidió la Mesa de Justicia. Al finalizar su período, renunció a su cargo para no integrar el ‘Congresillo’.
Él asegura que la violencia que usa el  Presidente para atacar a sus enemigos es una forma de incitar al odio entre ciudadanos.

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