Alianza País, casa adentro

El reciente pedido del presidente Rafael Correa, de no dejarse ganar la guerra psicológica a propósito de unas encuestas ‘chimbas’, puede ser una pista interesante para entender las angustias del movimiento Alianza País.

Cualquier estratega sabe de memoria que admitir errores en público o proyectar debilidad perjudican la construcción de un liderazgo político. Por eso, resulta fundamental esta reciente advertencia.

La ruptura del cordón umbilical del Presidente con su movimiento fue brusca. De repente (quizás por el bajón en las encuestas), desistió de ser candidato a la reelección condenando a varios de los actuales legisladores al retiro forzoso de sus próximas candidaturas. En los siguientes meses, las bases deberán tomar definiciones políticas en un ambiente de incertidumbre. El riesgo de dar un paso en falso será mayor.

El liderazgo de Correa es el principal factor de cohesión en Alianza País. Su carisma y los rasgos autoritarios con los que conduce el movimiento vuelven incuestionable su voluntad. Por eso, cuando comiencen a tomar fuerza los nombres de sus posibles relevos (si es que no empezaron ya), las tensiones serán evidentes.

Hay varios oficialistas a quienes la candidatura de Jorge Glas produce urticaria, por lo que la armonía durante una eventual campaña presidencial no está garantizada. Es posible también que Lenín Moreno sea un cuadro mucho más potable. Pero el ex-Vicepresidente querrá poner distancia de muchos de los actuales dirigentes (ministros, asambleístas u otros funcionarios) para armar un equipo que se adapte más a su estilo. ¿Qué ocurrirá con los que queden fuera?

Administrar las divergencias será una tarea tan compleja que el propio Correa tendrá que zanjarla por su cuenta. Así, cualquier posibilidad de que su sucesor sea producto, por ejemplo, de un proceso democrático y genuino de primarias se vuelve remota. La militancia de Alianza País quedará condenada una vez más a un respirador artificial.