El Centro Histórico de Quito fue cercado por protestas. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Solo dos turistas franceses pudieron acercarse la mañana de este martes, 8 de octubre del 2019, a las inmediaciones de la Plaza Grande, en el centro de Quito.
Los extranjeros se tomaron unas fotografías entre las calles Guayaquil y Chile, en donde se ubica la iglesia de San Agustín, y no pudieron avanzar más en su afán de conocer uno de los principales atractivos turísticos de la capital.
A sus espaldas, justo en donde se ubica el Palacio de Gobierno, quedaron retratados cientos de policías y militares, que portaban mochilas, escudos, toletes y otros equipos antimotines.
Una vendedora de lotería, en vano, trataba de persuadirlos que compraran un boleto. Ellos se marcharon, mientras los uniformados tejían alambres y colocaban un entramado de mallas metálicas que abarcan cuatro cuadras a la redonda.
Antes de empezar la jornada, los agentes hicieron un círculo, se abrazaron y rezaron de rodillas e invocaron a la paz. Desde hace una semana, eso es algo que no se respira en el sitio; hoteles, restaurantes, puestos de artesanías, entre otros negocios, permanecen cerrados.
Una de las vecinas decidió abrir su panadería durante la mañana, pero al mediodía la cerró cuando escuchó vuvuzelas y gritos de manifestaciones por las cercanías.
Al mismo tiempo, llegaron al sector policías montados a caballo. También un contingente de militares que sobre la calle Benalcázar tendieron concertinas, un material cortopunzante para frenar el paso de manifestantes.
Desde que hace una semana empezaron las manifestaciones, el bullicio que caracteriza al Centro Histórico ha desaparecido. En las calles permanecen piedras, paredes grafiteadas… hay tensión.