Con Mijaíl Gorbachov como jefe de Estado, en 1991, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) vivía seis años de reformas profundas. Además, para ese momento ya no existía el bloque soviético de los países del Este de Europa.
El sector duro comunista, en el que se encontraban muchos de los altos cargos del Gobierno, dio un golpe de Estado el 18 de agosto de 1991. Los golpistas mantuvieron a Gorbachov, el primero y único presidente de la URSS, bajo arresto domiciliario e intentaron reinstaurar el control centralizado comunista. Pero en tres días, los reformistas liderados por Boris Yeltsin (ex comunista y, en el futuro, presidente de la Federación Rusa) detuvieron el golpe, apoyados por grandes manifestaciones populares, y comenzaron a desmantelar el aparato del gobernante Partido Comunista .
Con la Unión Soviética sumida en una profunda crisis y al borde del colapso, el Congreso de Diputados acordó el 5 de septiembre establecer un Gobierno provisional. El Consejo de Estado, encabezado por Gorbachov y compuesto por los presidentes de las repúblicas participantes, ejercería poderes de emergencia. Al día siguiente, el Consejo reconoció la independencia de los países bálticos, Lituania, Estonia y Letonia.
La creciente influencia de Yeltsin acabó con la de Gorbachov y el Gobierno de la Federación Rusa asumió los poderes que había ejercido el Régimen soviético.
El 21 de diciembre de 1991 la URSS dejó formalmente de existir. Las ex repúblicas soviéticas de Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguiztán, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Ucrania y Uzbekistán acordaron crear la llamada, de forma imprecisa, Comunidad de Estados Independientes (CEI).
Gorbachov dimitió el 25 de diciembre y el día siguiente el Parlamento soviético proclamó la disolución de la URSS. Así terminó el imperio soviético y dentro de él nacieron, aparte de Lituana, Estonia y Letonia, otros 12 Estados independientes.