La Plaza de San Francisco será parte de una nueva intervención durante las obras de construcción del Metro de Quito. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Desde fuente de agua hasta mercado, jardín o parqueadero, la plaza de San Francisco demarcada por las calles Benalcázar, Bolívar y Sucre ha sido objeto de varias intervenciones a lo largo de la historia. Ahora esta plaza será parte de una nueva intervención durante las obras de construcción del Metro de Quito en las que se prevé la construcción de una estación subterránea en este lugar.
El historiador y Cronista de la Ciudad, Alfonso Ortiz, explica los cambios que ha experimentado esta emblemática plaza del Centro Histórico en un breve recuento de su historia. La primera consideración que se debe hacer es que “esa plaza es casi tan antigua como la ciudad, es decir, que tiene alrededor de 480 años”, lo que para Ortiz significa que hubo varias intervenciones y reparaciones desde la época de la Colonia.
En ese tiempo, refiere el historiador, la plaza era un punto de aprovisionamiento de agua, constituido por un sistema de canales que conducían el líquido hacia una pila central. Entonces los aguateros prestaban un importante servicio a la ciudad como las personas que se encargaban de recoger agua de las piletas para llevar a cada casa, en grandes pondos que cargaban a sus espaldas. Otras pilas públicas se construyeron en sitios donde ahora se asientan la Plaza Grande, Santo Domingo o San Blas.
Otro cambio importante que recuerda Ortiz ocurrió durante la primera presidencia de Gabriel García Moreno, entre 1861 y 1865. En ese periodo, una de las primeras obras públicas del presidente fue transformar el espacio de la actual Plaza Grande en un jardín.
Para eso, decidió trasladar el mercado que funcionaba en la plaza frente al Palacio de Gobierno a la plaza de tierra a unas cuadras al sur. Ahí funcionó el mercado de la ciudad hasta 1904, cuando se inauguró el mercado de Santa Clara, con una construcción moderna de la que ha quedado la cubierta original, que ahora es parte del Centro Cultural Itchimbía. Entonces, San Francisco también se convirtió en jardín y se mantuvo así hasta 1930, con una pila en el centro, asegura el historiador sobre la imagen de la plaza antes de que se decidiera retirar el jardín y ponerle el adoquín de piedra y en el centro erigir un monumento a González Suárez. Para entonces la plaza había perdido la pila central, que fue trasladada a Calacalí.
Posteriormente en la década de los 80, el monumento a González Suárez también fue retirado y se lo trasladó primero a la plaza de San Blas y luego a la plaza Chica, en el Centro Histórico. Desde entonces, dice el historiador, la plaza ha servido como estacionamiento de autos, lugar de encuentro para actividades sociales, culturales y concentraciones políticas.
Con los años, no solo ha cambiado su imagen, sino también su forma. “La plaza ha sido cambiada de nivel varias veces, pues la topografía original era la de un plano inclinado continuo desde el atrio hasta la calle Benalcázar”, explica Ortiz destacando la presencia de las escalinatas que se observan en el lado norte de la plaza, como evidencia de la intervención cuyo propósito era el de nivelar la plaza en un plano horizontal.
“El Fondo de Salvamento intervino varias veces la plaza para mejorar los sistemas de electricidad y agua potable. También se ha levantado parte del adoquinado cuando se hizo la restauración del atrio y se adecuaron las tiendas de artesanías y el restaurante que funcionan bajo la iglesia”, asegura Ortiz sobre las intervenciones en las que se han encontrado vestigios como los que corresponden a los antiguos canales que conducían el agua hacia la pila central en la época de la Colonia pero también rastros de otros trabajos en épocas más recientes.