En planteles educativos se arman planes de prevención de riesgos

En el Colegio Central Técnico, de la capital, se desarrolló el primer simulacro contra sismos de este ciclo lectivo. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Cubrirse la cabeza, evacuar en filas, ir a puntos seguros y mantener la calma son acciones que ejecutaría Karen Yánez, de 18 años, si se produjera un sismo mientras está en clases en el Central Técnico.
La estudiante participó del primer simulacro del régimen Sierra y Amazonía, que se desarrolló el viernes anterior en su colegio, en el norte de Quito. Para este año lectivo, el Ministerio de Educación también dispuso que se realicen dos de estas actividades por mes.
Los simulacros relacionados con las principales amenazas identificadas en la zona en donde se encuentre el colegio se deben realizar a la mitad y al final del mes.
Los sismos son el principal riesgo en el Ecuador. Pero si se trata de la Sierra, hay más amenazas naturales: erupciones volcánicas, incendios y aludes. En la Costa están los tsunamis y las inundaciones.
El 17 de noviembre del 2017, la Unidad Fiscal Guayaquil se alistaba para el simulacro de un terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter. Unos 15 minutos antes, los alumnos salieron de sus aulas cuando el edificio empezó a tambalear. Hubo un sismo de 6.2.
La rectora Ruth Vega recuerda que los estudiantes salieron hacia los puntos de encuentro, practicaron las maniobras que ejecutan dos veces al mes. “El tiempo de evacuación está entre 3 y 5 minutos. La idea es ser más eficientes”.
El establecimiento suma cerca de 3 500 estudiantes y 120 profesores en dos jornadas. En sus pasillos y paredes hay cerca de 80 rótulos que advierten las rutas de evacuación, salidas y puntos de reunión.
Una vez que llegan a un sitio seguro, los chicos realizan actividades lúdicas: cantan, hacen adivinanzas y otras dinámicas para reducir el estrés del momento, contó Vicente Ortega, maestro del área de ciencias sociales y coordinador de Gestión de Riesgos.
Según los protocolos de respuesta del Ministerio de Educación, el centro tiene brigadas de control y rescate, contra incendios, de primeros auxilios y la de orden y seguridad. Cada una está conformada por ocho maestros e inspectores.
Con ellos también colaboran estudiantes líderes de cada curso. Y los padres son invitados a los simulacros.
En el año lectivo 2017-2018, en Sierra y Amazonía hubo 37 395 simulacros, mientras que en la Costa fueron 50 248.
Patricia Carrillo es directora nacional de Gestión de Riesgos del Ministerio. El simulacro, dijo, es parte del plan de reducción de amenazas, que cada plantel debe armar obligatoriamente desde octubre del 2012. Así lo dispone el Acuerdo Ministerial 0443-12.
En todo el país, autoridades de centros educativos conocen de la necesidad de tener un plan de riesgos. En la Unidad Eugenio Espejo, de Cuenca, la tarea está a cargo de la maestra Susan Zumba. El inmueble, para 1 150 estudiantes, en dos jornadas, está señalizado.
La vicerrectora Carmita Serrano dice que los niños saben qué hacer en caso de un temblor: por dónde y cómo salir, colocan las manos sobre su cabeza, se alejan de objetos que puedan caer. Pero no tienen un punto de encuentro seguro porque el patio es pequeño.
En un simulacro se trabaja en la capacidad de respuesta antes, durante y después del riego. Se enseña al docente y al alumno a mantener un rol activo. Por ejemplo, alguien debe asegurarse de que todos evacúen las aulas, otros de acompañar a un estudiante con discapacidad física, guiar al resto a los sitios seguros y mantener el orden y la calma.
Los incendios y sismos no son las únicas causas para evacuar. En agosto, el Ministerio presentó en el Colegio Guayaquil una guía de respuesta ante la presencia de artefactos explosivos en planteles. En ese centro ya se han reportado dos falsas alarmas en este año, generadas por estudiantes.
El protocolo es similar pero las rutas cambian, según la rectora. Se evita pasar por lugares en donde exista un peligro por el explosivo, como los bares o los laboratorios donde hay artefactos electrónicos.
El Comité Institucional de Gestión de Riesgos es el encargado de planificar las acciones, según las amenazas que pueda tener un establecimiento.
Este es presidido por la máxima autoridad educativa, ya sea rector o director y es representado por el Comité Central de padres de familia y miembros de Consejo Estudiantil.
Los integrantes se encargan de la preparación y de la inspección para verificar los riesgos que tiene su institución.
Más allá de los simulacros, se busca que las acciones de prevención estén presentes en el día a día de los colegios. Luis Rosero, rector del Central Técnico, en la capital, contó que en cada minuto cívico se habla sobre qué hacer en caso de una emergencia.
“En una emergencia lo primero es proteger mi vida y luego ayudar a los demás”, suele repetirles en ese espacio el maestro Wilson Yunga.
Otra de sus estrategias es comunicar el plan de gestión de riesgos a los nuevos alumnos y sus representantes.
Actores de planes de seguridad
Los padres de familia pueden participar. Deben conocer cómo es el plan, qué alertas recibirán en caso de emergencias.
Los estudiantes deben familiarizarse con palabras como evacuación, refugios, puntos seguros, crisis, entre otros.
Los maestros pueden hablar sobre seguridad ante riesgos naturales en una de sus clases. También, compartir experiencias.