El GIR realizó una demostración del daño que ocasiona la pirotecnia en la Escuela 11 de Noviembre, en Machachi. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO
No son un juguete, aunque lo parezcan. Los juegos pirotécnicos son explosivos que contienen pólvora suficiente como para quemar, desfigurar o amputar algún miembro del cuerpo de un niño. Eso lo aprendió a la mala Hugo Paredes, quien acaba de cumplir 62 años y aún tiene en su cuerpo una cicatriz producto de un accidente ocurrido en 1968.
Luego de guardar en su bolsillo algunos diablillos que compró en una tienda en Chilibulo (sur de Quito) donde se crió, subió a su bicicleta y sufrió una aparatosa caída. Su pierna derecha se raspó contra el piso y los diablillos se encendieron causándole graves quemaduras desde la rodilla hasta la ingle.
Pasó un año en dolorosos tratamientos. No pudo volver a jugar fútbol.
Hoy Hugo aconseja a sus nietos que por ningún motivo estén en contacto con pirotecnia.
El Grupo de Intervención y Rescate (GIR) encabeza la campaña Los explosivos tipo pirotécnicos no son juego de niños. Se realizan visitas a colegios en todo el país y con actividades lúdicas, fotografías y videos hacen que los niños y jóvenes tomen conciencia de la peligrosidad de la pólvora.
Juan Carlos Gines, jefe de la Unidad de Explosivos del GIR, asegura que pese a que la siniestralidad ha disminuido, el año pasado ocurrieron 96 accidentes a escala nacional por manipulación de pirotecnia, en los cuales cuatro personas murieron y el resto terminó con quemaduras, heridas o mutilaciones.
El diablillo es uno de los dispositivos más peligrosos porque tiene fósforo blanco, una sustancia química altamente tóxica y deflagrante, que de ser ingerida causa la muerte. Los conocidos silbadores tampoco son inofensivos. La curiosidad de los niños hace que los manipulen de manera incorrecta o que los abran y saquen la carga.
La mayoría de fuegos artificiales tiene pólvora compactada que deflagra a una velocidad promedio de 2 000 metros por segundo. Unos 10 gramos de ese contenido es capaz de amputarle los dedos a un niño. Una camareta del tamaño de una pila AA puede mutilar incluso a un adulto.
Luis Chávez, Giusseppe Escandón e Israel Carrera son la imagen de la campaña preventiva del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil de este año. Sin ser artistas filmaron un videoclip en el barrio Las Peñas, con un pegajoso reguetón que tiene un mensaje de alerta. Los tres llevan en su cuerpo las huellas de la pirotecnia.
Israel recuerda que jugaba con explosivos en la casa de sus abuelos. “Le quité la pólvora a unas camaretas -más de 25- para hacer una bomba. Intenté cortar la mecha y la fricción de las tijeras generó una chispa”. La detonación fue tan grande que perdió su mano izquierda en solo segundos.
Amputaciones de dedos y manos, lesiones en el rostro, ceguera y sordera son las consecuencias de manipular pirotecnia, explica Fernando Quintana, jefe de la Unidad de Quemados del Hospital Luis Vernaza. Cada año, el Vernaza atiende entre seis y ocho lesionados graves por pirotecnia, desde mediados de diciembre hasta inicios de enero.
Los dos pediátricos guayaquileños, el Francisco de Icaza y el Roberto Gilbert, registraron 36 afectados por esta causa en enero de este año.
Las autoridades aseguran que el riesgo de accidentabilidad es mayor en las ventas ambulantes no autorizadas. Buena parte de esa mercancía, dice Gines, está caducada.
Santiago Fiallos, jefe de la Unidad de Explosivos del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, explica que para elaborar artículos de pirotecnia es necesario que el fabricante, además de poseer permiso municipal, cuente con la Licencia del Comando Conjunto. En Pichincha están autorizados cuatro importadores de juegos pirotécnicos y 18 fabricantes artesanales. Además, 107 puntos están habilitados para comercializar ese tipo de pirotecnia. Solo en Pichincha, cada empresa autorizada importa al menos 20 toneladas al año de pirotecnia. Entre todas sobrepasan las 80 toneladas. También hay importadores en Guayaquil, Latacunga, Ambato y Santo Domingo.
El permiso los habilita únicamente a hacer venta por catálogo, con muestras inertes (sin pólvora), no a mostrar el producto en el local ni en la calle.
La comercialización de diablillos, silbadores y tronadores está prohibida. Fiallos asegura que quienes los elaboran son ilegales y lo hacen sin calidad ni control. Estos días se observa en las calles pequeños puestos que venden a la intemperie, sin permisos. Por eso, los operativos de la Agencia Metropolitana de Control se intensifican en diciembre.
Alejandra Molina, directora de inspección, indica que en diciembre del 2017 retiraron de las calles de Quito 365 cajas de productos como silbadores, volcanes y tronadores.
En toda la ciudad se hacen controles, especialmente en el Centro Histórico y en los exteriores de los centros comerciales populares. La Ordenanza 332 multa con el 50% de una Remuneración Básica Unificada, es decir USD 193, a quien realiza actividades económicas en el espacio público sin los respectivos permisos.
Ayer, Galápagos se declaró una provincia libre de pirotecnia. El pleno del Consejo de Gobierno del Régimen Especial aprobó la resolución.