En Año Viejo hay tradiciones que parecen ser irrenunciables. Una de ellas es usar pirotecnia como símbolo de festejo por el final de un ciclo y el inicio de otro. Pero, mientras para unos significa alegría para otros es una tortura. Llantos desenfrenados, autolesiones, convulsiones, hemorragias nasales y temor prolongado durante días posteriores son algunas de las formas en las que la pirotecnia afecta a los chicos con autismo
No solo ellos sufren las consecuencias, sino también sus familias. Así lo indica Ivonne Alvarado, presidenta de la Asociación de Padres de Personas con Autismo del Ecuador (Apada). Muchos chicos tienen exacerbados sus sentidos. Algunos tienen hipersensibilidad visual y auditiva, explica.
“Cuando escuchan un estruendo tal como el de la pirotecnia no saben cómo manejar ese sonido tan fuerte para ellos. Las familias tenemos que prepararnos por más de un mes para que ellos entiendan que no deben asustarse tanto. Muchos no lo logran. Hay otros que con el tiempo van aprendiendo. Es una época complicada para nuestros chicos”.
El autismo es una condición del desarrollo, que afecta la comunicación y la interacción social. Alvarado señala que en Ecuador hay muy pocas personas (unas 3 000) diagnosticadas con autismo, ya que su detección no es fácil y hay un gran subregistro en el país. En el mundo se calcula que una de cada 160 personas lo tienen, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Kadir se esconde en el baño
Kadir es un niño con autismo que tiene 10 años. La pirotecnia de fin de año hace que llore sin parar. Su padre, Vladimir Andocilla, cuenta que cuando eso pasa los vecinos lo ven de manera extraña, “como un niño malcriado“.
Desde que fue diagnosticado, la familia ha buscado formas de neutralizar los ruidos, pero de todas formas le generan ataques de ansiedad. Cuando escucha la pirotecnia, Kadir trata de esconderse del ruido. Lo hace en el baño o en el sitio menos accesible de la casa. Mientras el resto de la familia quema el año viejo, su madre lo acompaña en el escondite que Kadir elije.
Su papá espera que en la finalización de este 2021 tenga efecto el trabajo de preparación que han hecho con el niño. “Conversamos con él y tuene sus audífonos con su música para relajarse”.
El padre de familia sostiene que es necesaria una sociedad inclusiva. “Debemos pensar en las diversidades que nos rodean. Cada individuo es distinto y debemos aprender a convivir con esas diferencias. Las tradiciones y la cultura deben desarrollarse en ese sentido”.
Danilo detesta la pirotecnia desde niño
A sus 22 años, Danilo, quien tiene autismo, aún pide decirle no a la pirotecnia. Cada 31 de diciembre llegan los juegos artificiales y él asegura que desde niño los detesta. “Eran tan fuertes que te rompían los oídos“.
Su madre, María de Lourdes Ortega, dice que Danilo ha encontrado formas de adaptarse a la época. Con los pequeños, dice, es muy difícil porque la pirotecnia dura largas horas hasta el 1 de enero. “Cada año, mi hijo se alista psicológicamente para esta fecha. Tenemos tapones, usa audífonos y nosotros ni de broma usamos pirotecnia”.
Pero cuando era pequeño, Danilo sufría lo que muchos niños viven. Con las manos tapando sus oídos corría para buscar un lugar para esconderse del ruido. Ortega señala que los niños no solo sufren durante la noche de Año Viejo, sino por muchas de las siguientes. Esto, porque su sueño queda alterado, al menos por todo el mes de enero.
La problemática debe ser una oportunidad para aprender a convivir en comunidad, señala la madre de familia. “Brindemos y seamos un espacio de acogida y respeto a todos. Que los niños con autismo sean el pretexto para que cada año alguien deje de usar pirotecnia”.