Ángel Medina. Redacción Loja
agromar@elcomercio.com
El invierno es la única opción que tienen 1 500 familias del cantón lojano de Pindal para producir, en una sola cosecha, 1 millón de quintales de maíz amarillo.
Pindal está a cinco horas de Loja y cerca a la frontera con Perú. La sequía lo afecta tanto como al resto de cantones fronterizos.
Los campesinos aprendieron a prescindir del riego y a esperar las lluvias para cultivar el maíz, el único sustento que apuntala su economía familiar.
La sequía ha dejado su huella. Aún quedan algunas tarallas de la cosecha de maíz en las laderas agrietadas por tanto calor. El entorno es ocre, ni la maleza crece.
A un costado del poblado, en una amplia ladera, los hermanos Jhon y Kléber Campos aceleran el “repique”. Tumban una montaña de faiques (una especie de maleza) usando machete y hacha. Ahí se dejó de sembrar maíz durante 15 años con el fin de que se recupere el suelo.
Las matas espinosas se amontonan en la comunidad Sabanilla. Los vecinos llevan dos semanas en el desbroce, con jornadas que empiezan a las 07:00 y terminan a las 18:00. Así dejan listo todo para quemar la maleza.
Esta actividad se repite en todo Pindal. Jhon, por ejemplo, tiene previsto quemar la maleza luego de 15 días. En la primera semana de enero fumigará aquella que crece tras la quema y a mediados de mes comenzará la siembra.
Todos siguen ese cronograma, dice Leonidas Riofrío, presidente de la Corporación Productores Agropecuarios de Pindal (Corpap) que agrupa a 1 000 productores de 23 comunidades. La Corpap tiene una oficina de negocios que, en este momento, busca los insumos y semillas para los socios. No todos los adquieren. Pero el 60% de los socios sí y se tiene prevista una inversión de USD
400 000 para esta temporada.
Mientras preparan el terreno, los campesinos buscan el financiamiento en los bancos de Fomento y de Loja, y en Codesarrollo.
Jhon sembrará en sociedad con su hermano y otro allegado y se esfuerzan poniendo su propia mano de obra y así evitar gastos. Para la semilla requieren USD 600 y otros 400 en urea y químicos. “Vamos a sembrar 6 hectáreas y cada uno pensamos obtener USD
2 000 de utilidades”.
“Empleo el dinero en la alimentación de mi esposa y de mis dos hijos durante un año. Otra parte me debe alcanzar para volver a sembrar el próximo año”.
El hecho de no tener riego, les niega la posibilidad de aprovechar sus terrenos en la segunda mitad del año. “De julio a diciembre no se siembra, por la sequía, y lo que gano del maíz me sirve para subsistir durante ese tiempo. También salgo a Machala a buscar trabajo”, dice Manuel Jara, otro productor.
Lo mismo hace Jhon. Trabaja en una ferretería donde gana USD 250 mensuales.
En ese cantón lojano, la producción de maíz despuntó a partir de 1980. Riofrío dice que se originó por el avance de la sequía.
Anteriormente cultivaban café, guineo y caña, que fueron perdiéndose por la falta de agua. Solamente 50 familias de comunidades como Quebrada Seca, Santa Marianita, San José y Tutumo aprovechan el río Alamor. Desde este afluente llevan agua por acequias construidas con su propio esfuerzo.
Ante la sequía y la falta de riego, el Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio realiza los estudios para la construcción de los dos primeros sistemas de riego en las comunidades 12 de Diciembre y San Vicente.
Según Alexandra Maldonado, gerenta de Codesarrollo, esta organización apoya desde hace cinco años a los maiceros organizados. La finalidad es facilitar el acceso al crédito. En el último año se entregaron 500 créditos de entre USD 1 000 y 3 000, con una tasa de 18,4% anual. A esos créditos accedieron productores de Pindal, Celica y Alamor.
Para el productor Aníbal Calderón, la lluvia y los buenos precios son los únicos medios en los cuales pone sus esperanzas antes de cultivar las 7 000 hectáreas de maíz en el cantón.