Dos personajes muy lejanos entre sí, un peruano y un chino, hicieron noticia esta semana gracias a que los dos ganaron un importante Premio Nobel. Pero a estas alturas, la situación de ellos es muy diferente. El peruano –Mario Vargas Llosa- celebra alborozado su consagración literaria, mientras su amada esposa, Patricia Llosa, guarda cuidadosamente el millón de euros que les entregó la academia sueca y los editores del último libro, El sueño del celta, informan que las ventas avanzan viento en popa. Todo de maravilla.
En contraste, el chino Liu Xiaobo, ganador del Nobel de la Paz 2010, yace en una prisión de su país, más vigilado que nunca, cumpliendo una sentencia de 11 años “por subversión”. Su esposa, Liu Xía, igualmente está bajo vigilancia. El gobierno de su país decepcionó a la mayor parte del mundo mostrando ribetes de furor autoritario y cerrando las puertas para que nadie viajara a Estocolmo con la misión de recibir el preciado trofeo de manos del rey Gustavo Adolfo. Una silla vacía en el escenario fue una sanción a Beijing.
Vargas Llosa –autor de 18 novelas celebradas- había perdido la esperanza de ser el séptimo latinoamericano en recibir un Premio Nobel. ¿Funcionaban motivos políticos, como en el caso de Jorge Luis Borges? En realidad, los dos chocaron con la izquierda, pero el peruano siempre impugnó a las dictaduras –de uno u otro color- lo que no sucedió con el argentino. Vargas Llosa fue marxista un día, pero se decepcionó y hoy se proclama democrático y liberal. Sea lo que sea, nadie le puede negar su calidad de gran escritor, como lo certifican sus libros La fiesta del chivo (el dictador Trujillo), El pez en el agua (su derrota política ante Fujimori) entre otros brillantes y ¿por qué no? algunos tan divertidos como Pantaleón y las visitadoras y La tía Julia y el escribidor, este último una narración de las aventuras con su primera esposa, la tía Julia Urquidi. La actual, Patricia Llosa, es su prima. Al nombrarla y describirla, en su discurso humano y magistral, el gran novelista derramó lágrimas e hizo llorar a los presentes. Aunque no faltó una risa cuando recordó una frase de ella: “tu solo sirves para escribir, Mario”.
China decepcionó con sus gestos virulentos contra el disidente Liu Xiaobo, mientras se publicaba que él unicamente había pedido reformas democráticas y cambios políticos fundamentales. Una China libre, en una palabra, algo que sería un suceso mundial y plausible. Con la circunstancia de que los mentores del Premio Nobel elogiaron al gobierno de Beijing “por sus grandes avances económicos y por haber librado de la pobreza a cientos de millones”. Lo cierto es que el rebelde Liu Xiaobo sigue más castigado que nunca en su calabozo, pero no hay duda de que el Premio 2010 está causando positivos estragos mundiales y puede cambiar el rumbo de la historia.