El eslogan del Partido Aprista Peruano del presidente García muestra claramente el desarrollo del país en términos macroeconómicos. Desde las elecciones de 2006, el PIB de nuestros vecinos creció un sorprendente 21,6%, el porcentaje de personas bajo el umbral de pobreza se redujo significativamente, un 9,5%. La balanza comercial experimentó el enorme empuje de un aumento en las exportaciones de USD 11.9 mil millones.
Uno podría pensar que este formidable progreso implica la llegada de un orden gubernamental y de un sistema democrático ejemplar. Sin embargo, una constatación más aguda de la situación política nos permite identificar múltiples deficiencias que podrían apuntar a una realidad distinta. No existe, por el momento, una alternativa política creíble a la figura de Alan García. Hay un sinnúmero de pequeños movimientos sin un apoyo popular suficientemente numeroso como para que se constituya en un verdadero balance. Un ejemplo claro lo podemos encontrar con los movimientos de izquierda.
Dichos movimientos no tuvieron la fuerza para apadrinar el malestar social que generaron los decretos legislativos que facultaban la venta de las tierras de los pueblos indígenas. Dichas normas provocaron el levantamiento de múltiples protestas a lo largo del país. Esta crisis parecía aportar todo lo necesario para la consolidación de una necesaria voz de oposición. Pero los movimientos políticos ajenos al oficialismo no fueron capaces de encauzar esas demandas sociales ni de liderar la consolidación de la agenda nacional.
La falta de alternativas impacta también en el desarrollo social. Los movimientos políticos nacen y mueren con cada proceso electoral, muchas veces su existencia se resume en ciertos personajes, no en una estructura orgánica, ni en una propuesta política de desarrollo. Esto imposibilita tener un contra poder capaz de proponer medidas alternativas que incluyan una mayor redistribución, o inversión en proyectos sociales. La extrema izquierda perdió influencia al haberse acercado a Sendero Luminoso, y los líderes regionales tienen dificultades en conciliar sus intereses locales con los nacionales.
El panorama electoral confuso y la fragmentación de los partidos políticos favorecen a las tendencias extremas. Es así como la hija del ex presidente Fujimori se presenta como una de las alternativas más serias, con 20% de intención de voto.
En Ecuador existe la percepción de que Perú pasa por un desarrollo galopante; sin embargo, este déficit democrático puede transformarse a mediano plazo en un ancla al desarrollo económico y social del país. Dentro de poco habrá una fecha clave para cristalizar un sistema que respalde la existente dinámica de crecimiento, las elecciones de 2011.
(Para este artículo colaboró Blandine de Montclos)