Estudioso, maestro, escritor, periodista, diplomático, fidedigno testigo de su tiempo y visionario augur del futuro, tal fue en vida Jorge Fernández Salazar, muchos de cuyos editoriales en EL COMERCIO acaban de reaparecer en Quito por la Universidad Internacional, en magnífico volumen de más de 350 páginas. De elevada estatura, parece que veía desde lo alto, en conjunto, con proyección integradora. Vivió siempre vinculado a los libros, no solo por su temprano contacto familiar con empeños editoriales -cajetines, prensas- sino por su vocación de lector insaciable, ávido de incorporar el conocimiento del mundo a su repertorio intelectual, autor él mismo de varios cuentos, novelas, crónicas.
El periodismo fue, sin embargo, el palenque fundamental donde Fernández libró cotidianos combates por la libertad, la democracia y el progreso. Durante 30 años fue uno de los pilares de Diario EL COMERCIO con una columna de opinión. La nombradía que alcanzó como uno de los grandes periodistas del Ecuador quedó demostrada en dos importantes pasos de su fecunda vida: la recepción de la codiciada Medalla de Oro María Moors Cabot, de la Columbia University, en Nueva York; y luego la designación de Director General del Centro de Estudios Superiores de Periodismo para América Latina; y una década entera de esa alta e importante cátedra internacional.
Jorge Fernández había venido tallando con talento paciencia y precisión, su imagen como cultor del ‘ius gentium’ al desempeñar elevadas funciones diplomáticas en el Exterior (Washington, Bogotá, Panamá, Chile, La Paz, Honduras y El Salvador). En Santiago fue Plenipotenciario del Ecuador en la I Conferencia sobre conservación y explotación de las riquezas marítimas del Pacífico Sur y le correspondió el honor de suscribir la Declaración de Santiago, que proclamó las 200 millas de mar territorial aledañas a las costas del Pacífico, verdadero estallido que desató controversias patrocinadas por las grandes potencias que han logrado ser dueñas del mar en desmedro de las chicas. Desde el 18 de agosto de 1952, fecha de la Declaración de Santiago, hasta el 30 de abril de 1982, de la Convención de Montego Bey que limitó a 12 millas la extensión del mar territorial habían transcurrido casi tres décadas. Jorge Fernández, por el Ecuador, Julio Ruiz, por Chile y Alberto Ulloa, por el Perú, fueron reconocidos como pioneros en esa modernización del Derecho Internacional del Mar.
Si como diplomático e internacionalista Jorge Fernández alcanzó universal figuración, su prestigio y veteranía en el campo del periodismo le permitieron alcanzar una posición asimismo trascendente en calidad de primer director del Ciespal, auspiciado por la Unesco, cuya sede en Quito fue proclamada en París en la X Conferencia General de aquel organismo.