Tener certezas es uno de los peores defectos de un periodista. Certezas en el sentido de ideas fijas, apasionamientos viscerales, prejuicios, pensamientos estáticos.
A los periodistas nos toca, siempre, ir en busca de incertidumbres. Mucho más en épocas cambiantes cuando todo es expectativa y tensión, cuando todo es vértigo y levedad.
En instantes históricos decisivos nos toca asumir nuevos paradigmas, visiones, compromisos.
Plantearnos maneras distintas de hacer lo que veníamos haciendo. Cuestionar todo lo que creíamos que era correcto, inamovible o “políticamente positivo”.
Un ensayo de la catedrática española María Pilar Diezhendino (www.saladeprensa.org) me conduce hacia una idea del alemán Jurgen Habermas: en momentos históricos, de cambios sin precedentes, “las palabras se le envejecen a uno en la boca”.
La expresión de Habermas es tan certera como la de aquel legendario e inolvidable grafiti: “Cuando tenía las respuestas me cambiaron las preguntas”.
Lo que ocurre es que vivimos “tiempos líquidos”, reflexiona Diezhendino, citando al investigador Zygmunt Bauman.
Tiempos líquidos como los del Ecuador de hoy: un país que se mueve entre la expectativa, las emociones, el miedo, la polarización, la duda.
Una sociedad con virtudes, con taras y defectos. Con dolores y alegrías. Con vicios, inequidades, injusticias. Con un deseo centenario de transformar las cosas.
Una sociedad con espíritu de libertad y rebeldía que no admite (¿o no admitía?) que sus líderes lo traicionen, le mientan, se aprovechen de su sed de esperanza, disfracen como “cambio radical” lo que hasta hoy es solo un cambio de mando entre los viejos dueños del país y los nuevos dueños del país.
Diluida la época febrescorderista y todavía cuajando la época correísta, con todas las similitudes entre una y otra, al periodismo le toca leer los entrelíneas y razones de esa transición.
En tiempos de incertidumbres cabe, sin temores, un periodismo de incertidumbres, renovaciones, descubrimientos, asombros y nuevas sensibilidades .
No nos corresponde evadir la responsabilidad histórica que pesa sobre nosotros. Son tiempos cambiantes y somos parte de estos tiempos líquidos y de estas cotidianidades que van reafirmando cómo el poder, con distinto discurso, siempre es el mismo.
María Pilar Diezhendino propone un cambio de paradigma para construir una nueva visión de la realidad e intentar respuestas al nuevo estado de cosas.
Podríamos llamarlo “ periodismo líquido”. Los hechos cambiantes y vertiginosos nos exigen, ética y técnicamente, caminar al ritmo de estos tiempos.
¿Cómo? Con un periodismo abierto, libre, vivo, sensible, que acompañe al ciudadano en su desafío urgente de ser un actor decisivo (no pasivo) de la realidad.