El canciller Guillaume Long en su despacho en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Foto: Pavel Calahorrano/ EL COMERCIO.
Nació en Francia, pero tiene nacionalidad inglesa y ciudadanía ecuatoriana. El canciller Guillaume Long creció en las afueras de París. A los 18 años viajó a América Latina como mochilero y se quedó en Ecuador. “El enamoramiento con el país fue inmediato”, comenta Long.
Su designación como Canciller desde el inicio fue controversial, por no ser ecuatoriano de nacimiento. Pero la ley no lo impide y así lo decidió el presidente Rafael Correa, en marzo.
Antes, Long ya había dirigido dos carteras de Estado (Talento Humano y Cultura) y un consejo (Evaluación de la Educación Superior, Ceaaces).
A los tres meses de su posesión, en junio, el Canciller viajó a Londres, adonde ingresó con su pasaporte británico. No pudo utilizar su documento diplomático ecuatoriano porque le negaron la visa. Es un asunto legal, explica Long. Un ciudadano inglés, con pasaporte británico, no puede solicitar una visa con otro pasaporte para ingresar a su propio país.
Grace Jaramillo, experta en relaciones internacionales, explica que no hay antecedentes de ese tipo en el mundo: que el canciller de un país tenga otra nacionalidad. Aunque acepta que no representa un problema como tal, al no haber precedente –sostiene- los países no saben cómo actuar y en diplomacia hay trámites que seguir.
Desde abril de 1996, Ecuador se convirtió en su hogar. Aunque ha viajado mucho. Long regresó al Reino Unido varias veces, las principales por estudios. Su maestría y PhD. en Política Exterior los obtuvo en la Universidad de Londres.
Durante sus primeros años en el país vivió en Olón, Santa Elena, y trabajó como agricultor; después se mudó a Quito, se desempeñó en varias áreas: dio clases de inglés, trabajó en una finca de flores; “fueron años difíciles”, reconoce. También tuvo una vinculación cercana con Borbón, Esmeraldas, por estudios históricos, a donde viajaba por largos períodos.
Entre 2007 y 2010 se vinculó a la academia, lo cual admite es su “frustración”, ya que su carrera se truncó porque se unió a la Revolución Ciudadana.
José Rodríguez, su estudiante de Historia en la Universidad Católica, lo describe como serio, responsable y atento. Destaca su conocimiento en la materia, en la que Long tiene una licenciatura, y su dominio del inglés, español y francés.
Long además escribió para El Telégrafo, entre 2008 y 2013, alrededor de 300 columnas sobre política exterior, lo que define como su especialidad. “Creo que soy el primer Canciller en la historia del Ecuador con un doctorado en Relaciones Internacionales”.
Su primer trabajo con el Gobierno fue en 2010, como asesor de René Ramírez, en la Secretaría de Planificación (Senplades). Pero ya había conocido personalmente al presidente Correa. Esto sucedió a través de la educación de sus hijos, pues también estudiaban en el colegio La Condamine.
Desde entonces el ascenso de Long fue vertiginoso, “pero no improvisado” –sostiene-. En siete años pasó de asesor a titular del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Aprovechó su trabajo en la Ley de Educación Superior, que le dio cercanía con el Mandatario, quien lo nombró su representante en el Ceaaces.
Para Holger Capa, su compañero en la entidad, una de sus virtudes es posicionarse muy bien en el ámbito externo y saber transmitir las decisiones del Consejo, que cerró 14 universidades por falta de calidad.
Y, sin ser parte oficial del gabinete sectorial de Talento Humano, el Presidente ya lo invitaba a las citas de sus ministros. “Esa experiencia demostró que mi perfil era resolver problemas… incluso, quizás, tener mano firme”, observa Long.
Jaramillo considera que uno de sus problemas es su extremismo. “Es inteligente, pero virulentamente ideologizado; deja que la ideología le nuble cualquier racionalización”.
Long lo admite: “me politicé tempranamente, creo que América Latina me politizó muchísimo”. Tampoco disimula su admiración por Correa, por su carisma y postura política desde un inicio.
Entre quienes lo conocen, su designación como Canciller no causó sorpresa. Desde que conoció al Mandatario, el tema de conversación recurrente fue la política exterior.
En 2008, la Cancillería lo contrató para analizar la adhesión a la Alba. Desde Senplades trabajó como delegado para asuntos de Unasur, mientras Correa ocupaba la presidencia pro témpore del organismo, en 2010. Y su desempeño más notorio fue a partir de mayo de 2014 cuando llegó a presidir la Comisión de Relaciones Internacionales de Alianza País.
Tan solo cuatro meses después convocó a una cita política internacional en Quito, para el I Encuentro Latinoamericano Progresista, que llegará a su tercera edición este mes.
Para el Gobierno la imagen es fundamental, por eso el círculo más cercano al Jefe de Estado es el que la maneja, sea interna o externamente. Y Long espera que haya esa confianza siempre, porque “entre un Presidente y su Canciller es fundamental”. Hablo con él todos los días, varias veces, comenta.
Por lo pronto, descarta cualquier pretensión electoral. Su aspiración es volver a la academia y terminar los tres libros que tiene pendientes. Aunque acepta que “es difícil predecir qué nos deparará el futuro”.