El ruido de los telares eléctricos, que funcionan dentro de las casas de Peguche, en Otavalo, se escucha hasta las calles.
Esta comunidad indígena es considerada una inmensa factoría artesanal en donde se producen tejidos, tapices, instrumentos musicales…
“En Peguche en cada casa hay un taller”, asegura Luzmila Muenala, administradora de la empresa de turismo comunitario Peguche Kawsay.
Este factor es un atractivo para los visitantes nacionales y extranjeros que arriban a esta localidad rural, en donde habitan 4 883 personas.
En uno de esos centros de producción, José Maldonado, de 50 años, elabora hamacas, cobijas, chalinas y bufandas de algodón. “Aprendí a tejer en el telar de pedal (manual) cuando tenía 12 años. Hace 18 años instalé mi taller que está equipado con siete máquinas eléctricas, reciclado de varias fábricas”.
La máquina eléctrica produce de 35 a 40 hamacas diarias. Mientras que la manual alcanza hasta las 20 unidades.
Una de las estrategias de éxito de Maldonado es la innovación. De su tejedora afloran telas con diseños que incluyen dibujos de aves, peces, el sol, estrellas y tortugas, dirigidas a la exportación.
Pero los turistas también llegan para visitar las conocidas cascadas de Peguche, una caída de agua de 30 metros de alto.
Además, convoca la habilidad de los maestros que elaboran flautas, rondadores, quena, zampoñas, pallas…. Se trata de instrumentos musicales de viento, elaborados con carrizos y cañas, que crecen en las lagunas vecinas.
Uno de los talleres de instrumentos andinos es el del grupo Ñanda Mañachi, que ha representado al país en el extranjero.
La fama de Peguche también se debe a que, al menos, el 50% de habitantes es viajero, que recorre el mundo ofertando sus productos. Así explica Imbaya Cachiguango, estudioso de la cultura kichwa Otavalo.
La mayoría de talleres son empresas familiares, señala Humberto Muenala, propietario de la galería Yutsu Sara.
También, asegura que la notoriedad de Peguche como productor de las mejores telas se remonta a la época de la colonia. En los denominados obrajes los indígena se transformaron en diestros tejedores.
Los actuales tejedores son descendientes de los artesanos que fabricaban las telas de exportación en los obrajes.
Sin embargo, sobreviven los telares manuales como una reliquia en uso. César Alfonso Lema, de 66 años, por ejemplo, cuenta que su tejedora ya se acerca al siglo.
Se trata de una estructura de madera y alambres, que se acciona con el movimiento de los pies y las manos. Para operar esta máquina hay que ser un verdadero especialista, porque hay que cruzar cientos de fibras de lana por una especie de ojales (hay muchos).
Junto a Lema trabaja su esposa, María Perugachi. La mujer hilvana el hilo de lana para que luego teja su esposo.
Mientras que a José Maldonado le asisten su esposa y dos hijos, que dinamizan esta industria familiar.
Para Ricardo Andrade, director de Turismo y Desarrollo Productivo del Municipio local, la producción artesanal de Otavalo se centra en Peguche.