Pedro Pablo Kuczynski. Foto: EFE
Todo empezó en torno a 1930, cuando Max Kuczynski, joven pero ya prestigioso médico alemán de origen polaco, dejó su país y viajó al remoto y para él desconocido Perú para enfrentar las enfermedades de la zona, en particular la lepra.
La decisión calzaba en los ideales socialistas de Kuczynski -luego maoísta-, pues el deseo de ayudar a los olvidados lo empujó a renunciar a su vida burguesa para recorrer caminos inciertos. Su esposa, Madeleine Godard, francesa profesora de música, lo acompañó en la aventura.
Los dos se internaron en la selva, aunque para el nacimiento de Pedro Pablo y Miguel decidieron esperar en Lima. El mayor estaba destinado a ser elegido presidente del Perú, aunque tardaría siete décadas en saberlo. La primera vocación de PPK, como conocen todos a Pedro Pablo Kuczynski, fue la flauta traversa.
Era un intérprete destacado, formado en el Colegio de Música de Londres, cuando conoció al que sería su gran amor profesional: la economía. Kuczynski se tituló economista en la Universidad de Oxford, en Reino Unido, y regresó al Perú para, muy joven, formar parte del primer gobierno de Fernando Belaúnde (1963-1968) desde puestos técnicos en el Banco Central.
Eso le ocasionó sus primeros problemas. La dictacura izquierdista del general Juan Velasco, que derrocó a Belaúnde, lo acusó de entregarle una supuesta indemnización irregular a la poderosa International Petroleum Company, que había sido expropiada.
El ahora presidente electo huyó hacia Ecuador en 1968 escondido en un automóvil y desde allí emigró a Estados Unidos, donde hizo una maestría en Asuntos Públicos en la Universidad de Princeton e inició una larga carrera profesional de ejecutivo en firmas como Toyota, Siderúrgica Argentina y Southern, entre varias otras.
El regreso se produjo en 1980 cuando, caída la dictadura, Belaúnde inauguró un segundo gobierno y le pidió ser ministro de Energía. Pero en 1983, después de que su casa en Lima fuera atacada por el grupo terrorista Sendero Luminoso, hizo las maletas y se fue, por lo que en esta campaña su rival, Keiko Fujimori, lo acusó de “cobarde”. La ausencia fue más larga.
Se quedó hasta 2001 como funcionario de empresas y organismos multilaterales, como lobista y presidente de fondos de inversión, hasta que su amigo Alejandro Toledo le pidió ser su jefe de plan de gobierno en la campaña que lo llevó a la presidencia.
En el quinquenio de Toledo fue ministro de Economía dos veces y finalmente, entre 2004 y 2006, jefe del gabinete ministerial. En esos años fue un funcionario fundamental en un Gobierno con éxitos sobre todo en lo económico. Se le creía jubilado. Se dedicaba a comentar asuntos económicos por radio y a defender sus posturas liberales ortodoxas.
El papel de “gurú” del liberalismo parecía venirle bien. Pero en 2011 pasó algo: Cuatro pequeños partidos le ofrecieron ser candidato presidencial por una alianza y, contra lo que se creía, terminó tercero, por debajo de Ollanta Humala y Fujimori pero por encima de gente más experta en esas lides, como Toledo y el hoy alcalde de Lima, Luis Castañeda.
El bicho quedó vivo y Kuczynski empezó a armar su propio partido, Peruanos Por el Kambio (con K, para que la sigla sea PPK). Esta vez no entusiasmó, por la emergencia de un liberal joven, Julio Guzmán, pero cuando a éste polémicamente se le impidió postular por criticadas razones formales, se recuperó.
El electo presidente peruano se ha casado dos veces, ambas con estadounidenses. De la primera boda hay tres hijos, cuarentones ya y con poco contacto con el Perú, y de la actual, con Nancy Lange, hay una adolescente de 18 años que también vive en Norteamérica. Con su aire de estadounidense o europeo recién llegado, el presidente electo es un conocedor profundo de su país natal.
Lo conoce como pocos y lo ha recorrido como técnico. Ahora tiene que mostrar cintura política, porque ahí es un poco duro. Pero cuenta con un buen equipo y eso puede compensar.