‘El hombre como los árboles debe tener raíces”, dijo José Martí. En efecto, un pueblo sin raíces es un pueblo perdido, carece de norte. En este contexto, la conservación y difusión del patrimonio es fundamental. Se ha recorrido un largo camino en América Latina; desde los años 40 se han suscrito cartas, normas, reglamentos nacionales e internacionales de diverso tipo.
Son, si se quiere, guías éticas en las que se señalan nuevas y diversas categorías patrimoniales, nuevas formas de valoración y autentificación, se visibilizan actores no tomados en cuenta. Por ello, el Congreso Internacional sobre “Conservación, cuidado y uso de bienes culturales: el caso latinoamericano.
Reflexiones y propuestas a cuarenta años de las Normas de Quito (1967)” celebrado hace pocos días en Udine y Trieste, Italia, tiene especial significación. Bajo la coordinación del historiador del arte Mario Sartor, presidente del Centro del Altos Estudios de Latinoamérica de la Universidad de Udine, se dieron cita una cuarentena de políticos, diplomáticos y académicos.
Representantes de 14 países de nuestro continente, de Italia y España, discutimos sobre nuevas formas de enfrentar este delicado tema en el que ahora más que nunca se valora tanto la cultura inmaterial de los pueblos, como la participación y colaboración de la ciudadanía en el cuidado de su patrimonio. El ministro coordinador del Patrimonio del Ecuador, Alexis Rivas, estuvo presente en el encuentro.
Su inteligente presentación dejó entrever el estado de situación de nuestro país. Citó el Decreto de Emergencia de diciembre de 2007, en el que el Gobierno destinó más de 33 millones para la catalogación de miles de piezas, sitios, monumentos, fiestas. El proyecto, iniciado en marzo del año siguiente, está concluido aunque falta, dijo, perfeccionar los registros más allá del tema informático; su contenido debe dar cuenta de nuevas y profundas formas de valoración.
Me interesó la claridad con la cual diseccionó la necesidad urgente de formar profesionales para el manejo científico y riguroso del patrimonio. Cabe señalar que no existe ni una sola universidad en el país que cuente con un programa de este tipo. Entonces, tengo la impresión de que una de las tareas apremiantes es vincular las metas trazadas por la política cultural de Estado con el brazo académico para que se puedan formar un sinnúmero de científicos y técnicos en el área.
Carecemos de suficientes arqueólogos, historiadores del arte, museólogos, conservadores, técnicos de iluminación, químicos aplicados a la restauración, educadores del patrimonio y así sucesivamente. Los pocos existentes se han formado fuera a su propia cuenta y riesgo; no dan abasto al ingente patrimonio que tiene Ecuador. Adelante señor Ministro, es una oportunidad preciosa para provocarlo.