Compañeros de oficina de entre 21 y 28 años se concentraron en la av. De Los Shyris. La Agencia Metropolitana de Control los multa si encuentra licor. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO
Con el capó de un Volkswagen Golf levantado, no necesitan pagar por boleto en un local de diversión. Es viernes, luego de las 20:00. Llevan 40 minutos en la zona de estacionamiento, que está en la mitad de la avenida De los Shyris.
Seis hombres y dos mujeres, de entre 21 y 28 años, se sienten ‘en ambiente’, pese al frío. Pueden permanecer ahí hasta después de las 24:00, depende de quien gane el juego del gato y el ratón: ellos o la Agencia Metropolitana de Control (AMC).
Ellas contonean las caderas y ellos mueven el cuerpo. Suena: Pero pienso que yo/ con esta letra de amor/ te ruego y te pido perdón… Oio…”. Beben cervezas. Los chicos tienen una botella en la mano. Y hay más en el auto. “Aquí se está a gusto. Compras tu licor y tienes más libertad”, apunta Wendy, de 27.
El sonido del regaetón se escucha como si los chicos se encontraran en una discoteca.
Después de todo están en una disco ambulante. La sensación se logra con dos bajos de 14 pulgadas y cuatro parlantes, que al dueño del auto, Luis Ortiz, le costaron USD 1 000.
Su grupo parqueó su ‘disco’ frente a la sede de A. País. Un 4×4 compite con ellos, cinco carros al sur. Sus ocupantes parecen treintañeros. No hablan. Dicen ser casados. No quieren que sus señoras los ubiquen.
Hacia las 21:00, hay tres ‘discos’ en el parterre. Desde hace 10 años, este sitio ingresó a una no escrita guía de farra nocturna, para quien tiene 18. Van con autos tuneados, bailan y beben.
En el 2014, la Agencia Metropolitana de Control (AMC) levantó 317 boletas a ciudadanos por beber en la vía pública.
Además de este hay otros puntos, en donde se bebe en los autos. Uno es el parqueadero Santa Ana, en el sur. Esta situación también se repite en La Mariscal y La Michelena. Los vecinos se quejan por hechos violentos que provocan.
Esa costumbre es peligrosa y debería controlarse. Si se analiza que los accidentes de transporte encabezan la lista de causas de muerte entre chicos de 10 a 19 años, en el Distrito, según datos del INEC del 2013.
“Mis papás saben que vengo a la Shyris. Me piden llegar consciente a casa”, relata Ortiz. Empezó a frecuentar la zona hace tres años, tiene 21. Logró tunear su Volkswagen hace dos.
Sus amigos comentan que en ocasiones no les queda más opción que apagar su música. Y disfrutar del sonido que proviene de camionetas, provistas con pantallas gigantes incluso.
Los jóvenes beben y bailan. De vez en cuando cruzan a la calle, para comprar comida. Frente a la tribuna hay shawarmas, hotdogs, carnes…
Jhon Guerrero, de 32 años, muestra un vidrio roto en el local de venta de hot dogs. Cree que el volumen alto quiebra los cristales. La bulla le fastidia. Pero se ha acostumbrado, cuando la escucha hay más clientes.
Reconoce a los más ruidosos. Describe a una camioneta Ford 150, con “una tele grandísima”. Calcula que el conductor tiene 22. Cree que la AMC le ha puesto el ojo, siempre lo multan, pero no dejar de rondar el lugar.
Según Lorena Luzuriaga, de 49 años, la música llega hasta el piso 11 del edificio Holanda, en la esquina de la calle del mismo nombre y av. De los Shyris.
“Los vidrios tiemblan. Afectan nuestra tranquilidad”, cuenta. Detalla que su hijo que trabaja en turnos, desde las 03:00 en adelante, no duerme bien pues también oye el rugir de motores, en los piques. Ocurre de miércoles a sábados.
Tres guardias de seguridad de edificios de la zona, desde la República del Salvador, hasta la NN.UU., afirman que los y las chicas orinan y vomitan en las equinas de los inmuebles. A veces los ven consumir droga.
El capitán Luis Reyes, jefe del circuito Iñaquito, indica que el ECU 911 recibe las quejas pues detrás del licor hay peleas. “Es el juego del gato y el ratón, se les infracciona y van a otro punto”. Los vecinos dicen que cuando hay operativos, los autos se mueven a la República del Salvador, Holanda, Luxemburgo…
Juan Carlos Araujo, inspector de la AMC, llega con metropolitanos y multa a un grupo. Otro los ve, apaga la música, baja el capó y cruza la calle. Como no los pescan in fraganti se salvan.
Los residentes cuentan que si regresan de un compromiso en la madrugada, conducen a 20 km por hora, para no atropellarlos o chocar con ellos.
En contexto
La Ordenanza Metropolitana 151 rige desde diciembre del 2011. Prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas en espacios públicos, inclusive en el interior de vehículos. La multa para quienes no la tomen en cuenta es de USD 177, es decir el 50% del salario básico.