El parque inclusivo es una de las zonas más llamativas de este parque. Tiene senderos con rampas para personas con movilidad reducida. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Ya no es el vestigio del exaeropuerto de Quito, que abrió sus puertas en el 2013 como parque con una gran pista y áreas abiertas casi desérticas.
Durante cinco años, poco a poco, el Parque Bicentenario fue tomando cuerpo y finalmente será inaugurado este 4 de mayo del 2019, con 13 áreas nuevas.
Hoy tiene canchas de básquet, un parque inclusivo, una miniciudad, elevaciones con microclimas, más de 10 000 árboles, juegos infantiles, una pista de patinaje, senderos, caminerías, chorros de agua iluminados, una pista para trote y bicicletas, un espacio para sembríos de ConQuito y más.
En los últimos dos años se ha invertido más de USD 9 millones. Ramiro Tobar, gerente de Administración de Parques y espacios verdes de la Epmmop, indica que prácticamente se han intervenido las 110 hectáreas del lugar.
Al finalizar el bulevar se construyó la Plaza de la Bienvenida, que cuenta con jardinería y un monumento al oso de anteojos, que tiene 3 metros de alto por 5 m de largo. Solo la plaza costó más de un millón de dólares.
Cuenta con una pista inclusiva que tiene rampas y juegos para personas con movilidad reducida. El lugar posee varios niveles en altura. En el extremo sur hay dos lomas que se conocen como pirámides truncas, son elevaciones de
siete metros de alto que permiten el acceso de personas hasta la cumbre, en la cual se habilitó un mirador.
En el norte hay nueve lomas de similar altura, que se levantaron con la tierra que salió del Metro: un millón de m³ de material distribuido sobre
240 000 m² de terreno. Se sembraron guabos, nísperos y capulíes, con la intención de hacer microclimas y atraer a varias especies animales.
Tobar indica que para que los árboles plantados crezcan, deberán pasar al menos 15 años. Sin embargo, algunos ejemplares ya tienen 2,5 metros de altura, por lo que ya producen sombra y han atraído a tórtolas, tucurpillas, gavilanes e incluso halcones.
El parque tiene una miniciudad, es un espacio lúdico que se asienta sobre 1,5 hectáreas, donde la gente podrá aprender cómo funcionan la ciudad y la movilidad. Tiene cruces peatonales y vehiculares, además de juegos para los niños.
El parque de los Yoyos está hecho con juegos elaborados con materiales reciclados. Tiene columpios, aparatos de equilibrio, subibajas, resbaladeras y más.
Se habilitó, además, un sendero interno de más de 2 km en el lado oriental del parque, ahí se puede caminar bajo la arbolada. En esa zona se observan varias esculturas de perros, pájaros y osos. En total, el parque tiene 2 000 parqueaderos, baños, humedales y más.
Todas estas áreas, explica Tobar, han incrementado la afluencia de personas. Hasta inicios de año acudían unas 40 000 al mes. En los últimos cuatro meses han llegado más de 200 000.
María Clara Ramón es una de las usuarias frecuentes del lugar. Acude todas las mañanas con Rocky, su mascota. Admite que antes el espacio era vacío, pero hoy tiene espacios que lo hacen más amigable.
Cuenta incluso con una zona para que su perro se desestrese. Camilo Brito es otro de los usuarios. Está conforme con la obra, pero pide que haya más control a la gente que va con sus mascotas, que se implementen baños y que se mejore la seguridad.
El urbanista Hugo Cisneros asegura que el parque aún tiene potencial para seguir creciendo y volverse un ícono para la ciudad. “Hace falta más. Es un espacio que puede ser aprovechado por la comunidad, por colectivos sociales, por jóvenes, mujeres y niños”.