Coca-Codo Sinclair, el megaproyecto hidroeléctrico anunciado con bombos y platillos, se quedó sin una de las empresas que lo sustentaban: la argentina Enarsa.
En febrero de 2008 se firmó un convenio en el Palacio de Carondelet, en presencia del Presidente y Vicepresidente de la República, con el Ministerio de Planificación argentino.
El 21 de abril de ese año la presidenta Cristina Fernández vino a Quito y, junto con su homólogo ecuatoriano, descubrió una placa simbólica -nunca mejor dicho- del ‘inicio’ de la construcción. Una semana después se colocó la ‘primera piedra’, pero de allí no pasó.
De nada valieron las advertencias sobre el alto costo de la obra, la falta de estudios actualizados y de la concesión -sin licitación- que se pretendía hacer, conforme lo señaló el ex asambleísta León Roldós.
Enarsa fue mencionada en agosto de 2007 como la empresa que alquiló el avión donde se transportó el maletín en la que un funcionario de la estatal petrolera venezolana pretendió ingresar USD 800 000 presuntamente con destino a la campaña presidencial argentina.
Esta misma empresa, sin experiencia en el campo hidroeléctrico, opta ahora, un año y cinco meses más tarde, por abandonar el megaproyecto en Ecuador. Esta semana, en Buenos Aires, ex ministros de Energía debatieron el tema. Uno de ellos considera la salida de Enarsa del proyecto como “un papelón, por el cual habría que pedir perdón a los ecuatorianos”.
De momento se disolverá la empresa Coca–Codo Sinclair S A, se devolverá el capital suscrito y se empezará de nuevo. Pero la primera piedra, como ha ocurrido en otros casos, ya está enterrada en la ceja cordillerana.