La onda virtual que despertó el ‘paparazzi’ Julián Assange ha servido para remover la memoria, la cultura y los conocimientos de las madejas que se tejen al interior de los estados y los claroscuros que existen entre ellos. No es que al amanecer la segunda década del siglo XXI los pueblos descubren que existen secretos políticos y que la práctica de espionaje, aunque fue sistematizada desde Maquiavelo en consejos organizados, más repetidos que estudiados, siempre fue consubstancial al ser humano.
En materia periodística tampoco se puede afirmar que no ha pasado nada; por el contrario, se han actualizado debates y dilemas, aunque los principios básicos como el derecho a la información y la libertad de expresión están intactos; quizás remozados.
En este campo -el periodístico- sin embargo hay diferencias fundamentales entre la aventura cibernaútica y el periodismo auténtico. Una cosa es una producción de contenidos ‘en bruto’ y otra la investigada, contrastada y sobre todo contextualizada: el antes, el posible después y el entorno en que se inserta. Luego, hay que destacar que Julián Assange entregó o negoció con medios de prestigio internacional y finalmente que entre ambos debe haberse producido una selección que resguarde la integridad de las personas y la seguridad nacional y mundial pues, hasta la fecha, el escándalo mayor solo implica la permeabilidad de la seguridad informática de los EE.UU. antes que los contenidos. Lo intrigante a nivel de información es la técnica de infiltración utilizada y los móviles morales o políticos de la acción. Es casi seguro que no hay acceso a información ‘Top secret’ de los Estados y que los malestares que cause a la diplomacia serán atribuidos a la falta de prudencia o de celo profesional propios de toda burocracia aburrida.
La situación es válida para resaltar algunas diferencias entre el secreto real y el manipulado. Probablemente, uno de los más célebres por su connotación religiosa fue el beso de Judas que permitió a la soldadesca identificar al Mesías en medio del conjunto de seguidores. En otra época, uno de los más manipulados fue el que hizo Bismark con el telegrama de Ems que envió Guillermo I y que precipitó la guerra franco prusiana de 1870 y la cadena de conflictos que duraron hasta en 1945.
Uno de los que han quedado anclados en la penumbra es si hubo los que advirtieron del ataque a Pearl Harbor, que permitió a los EE.UU. entrar -no simuladamente- en la Segunda Guerra Mundial.
En América Latina, los secretos como el de Salomón Lozano entre Colombia y Perú han sido repetidos dado la frágil relación fronteriza. Más tarde, en plena Guerra Fría, la ITT en el Chile de Salvador Allende o los de la funesta operación Cóndor. Los secretos son parte de la sociedad humana, el espionaje también, Internet es lo nuevo.