Con la profunda capacidad de análisis de su formación jesuítica, el papa Francisco dio la clave del momento que atraviesa la humanidad: Se vive una III Guerra Mundial fragmentada.
“Quizá se puede hablar de una tercera guerra combatida por partes, con crímenes, masacres, destrucciones”. Hasta aquí las palabras del Santo Padre. En adelante, algunas pruebas que sostienen, sin fisuras, el rompecabezas de la lógica del Pontífice.
La Primavera Árabe fue el muestrario sangriento de la complejidad de varios países que viven a caballo de dictaduras civiles disfrazadas de democracias solo porque efectúan simulacros de votaciones. Otros regímenes se debaten entre la influencia del poder de credos fundamentalistas y visiones anacrónicas que afectan a la libertad de las personas.
Siria y su sangrienta guerra civil no terminan. Bashar Al Assad acosado por los rebeldes, algunos movidos por fuerzas religiosas y otros desde Occidente, afronta el acoso ahora del Estado Islámico (EI) en su pretendida expansión.
Iraq, débil tras el derrocamiento de Saddam Hussein, combate a los sunitas desde la impotencia e inoperancia militar. Al mapa de la guerra contra el EI se suma la amenaza del presidente Barack Obama de emplear con fuerza los ataques aéreos, como ya lo hizo de forma selectiva.
Estados Unidos entra de esta forma en una guerra de la que quiso salir y las circunstancias fatalmente lo llevan a ser otro jugador donde ya no quería actuar.
Israel y el grupo terrorista Hamas libraron otro capítulo de sangre y dolor y viven un alto al fuego probablemente precario, acaso hasta otra escalada bélica.
En el mapa de ‘Eurasia’ la situación de Ucrania es crítica. Las protestas populares, el derrocamiento del Gobierno, la presión rusa y el apoyo al referendo en Crimea -que pasó a manos de Rusia- y su ofensiva por el control de Ucrania, en disputa con la Unión Europea.
Hacen falta más pruebas. El Papa parece tener razón.