Redacción Quito
Una poblada barba blanca, unos pequeños lentes sobre una respingada nariz roja y el amplio y abrigado traje rojo hacen de Papá Noel un personaje inconfundible.
Las últimas semanas de diciembre es común verlo en la calle, en un centro comercial o incluso la Nochebuena en casa. Aunque el aspecto es similar, en la ciudad existen varios personajes que cuentan sus propias historias.
En El Bosque, por ejemplo, el viejo personaje navideño no ha dejado de visitar el centro comercial desde hace 12 años. Sentado sobre una silla de madera junto a un enorme árbol de Navidad, el pasado viernes el hombre de la barba blanca recibía con una sonrisa a los niños y adultos que se acercaban a saludarlo. “Algunos niños me vienen a dejar cartas y otros caramelos”.
Con una mirada curiosa, Matías Chanange, de 2 años y medio, se acercó al viejo personaje mientras su madre, Ana Patiño, lo vigilaba. Papá Noel contó que le gusta cocinar y por ello estudió gastronomía. Él sabe de la importancia de una buena alimentación y por eso hizo un trato con el pequeño Matías. “Tienes que portarte bien y comer toda la sopa para que tus deseos se cumplan”. Su madre se sintió complacida con la promesa y aseguró que “mantener la fantasía estimula la creatividad y la imaginación de los niños”.
Luego de posar para una foto, Papá Noel confesó que es un gran admirador del cómico mexicano Cantinflas. Cuando era joven también fue torero. Noel contó que los jóvenes también llegan a pedirle consejos. “Algunos me piden una novia o un novio”.
El Viejo Pascuero, como lo llaman en Chile, dijo que llegó al El Bosque porque Édgar Cáñaz, de 38 años, quien trabaja como actor profesional en teatro y televisión, le da vida. Cáñaz diseñó y confeccionó todo el atuendo que hoy lleva Papá Noel. Con él comparte el cariño por los niños. Esa es una de las razones por las que ha participado en obras infantiles, interpretando varios personajes de cuentos.
Álex Grijalva también es un actor profesional graduado en la Universidad Central. A sus 24 años, Grijalva lleva siete años incursionando en la actuación. Sus trabajos en actuación, danza y especialmente en animación infantil lo llevaron a conocer y caracterizar al viejo Santa Claus.
Este año, este viejo regordete apareció por primera vez en el tercer piso del Quicentro Shopping, en el norte. Entre las 16:00 y las 19:00, Santa Claus espera junto a una casita de chocolate para regalar algunos caramelos a las personas que lo visitan.
A sus 348 años, Santa Claus “está muy preocupado por la contaminación del medioambiente”. Por eso, este año cambió su traje rojo por uno verde. “Tenemos que respetar a nuestra amiga, la madre naturaleza”. Es el mensaje que siempre les repite a los niños y adultos que llegan a visitarlo.
Él dijo que se siente muy complacido porque, a su corta edad, los niños ya tienen conciencia sobre el cuidado que se debe tener por la naturaleza. “Lo más lindo es que algunos niños no solo me piden juguetes y regalos sino que algunos me piden por la salud de algún familiar, para que no haya tanta violencia y para que mejore el medio ambiente”.
Al final del día Santa Claus termina cansado, pero contento. Mientras Martina Estrada, de 6 años, se tomaba una foto con el viejo Claus, su madre Cristina Hadler recordaba que hasta sus seis años le escribía cartas a Papá Noel. Ahora ella intenta mantener la tradición con su hija porque cree el personaje transmite valores positivos como la generosidad y la alegría.
Ese mismo entusiasmo lo comparte Xavier Pavón, en el sur de la ciudad. Su trabajo de actuación también lo combina con su pasión por la música. Aunque Pavón contó que la mayoría de niños han perdido la ilusión por Papá Noel; él cree que el personaje que interpreta procura sacar lo mejor de la gente. Por eso, Pavón disfruta mucho del “viejo buena gente” que todas las tardes llega al centro comercial El Recreo.
A diferencia de otros, el Noel de El Recreo vive en la cima del Pichincha y cada tarde baja a la ciudad en su trineo. Noel dijo que compartir con los niños es el mejor trabajo por la inocencia que transmiten. Los dulces y caramelos que le regalan los guarda en un rincón de su silla y las cartas las lee en la intimidad de su hogar.