La iglesia de La Compañía es el símbolo del esplendor de los jesuitas en Quito. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO
Llegará al Ecuador como Papa, pero Francisco ya estuvo aquí en dos ocasiones como la máxima autoridad de los jesuitas en Argentina, y con su nombre de pila, Jorge Mario Bergoglio.
Corría 1983. El padre Bergoglio estuvo en Quito y en Guayaquil. En esta última ciudad visitó a los estudiantes del Colegio Javier y concretamente a los ‘maestrillos’ argentinos, jóvenes estudiantes que hacían prácticas como profesores. En la capital se hospedó en el Colegio San Gabriel durante cinco días.
“Una de las funciones que tenemos los provinciales es visitar a todos los jesuitas, saber de primera mano cómo se encuentran”, comenta el sacerdote Gilberto Freire, cabeza de esa orden en Ecuador. Aún no se conoce la fecha de la llegada del Santo Padre, pero se estima que sería a mediados del 2015.
En Ecuador hay 103 jesuitas en Quito, Guayaquil, Cuenca, Guamote, Riobamba, Manta y Portoviejo. Su formación toma en promedio 12 años, antes de la ordenación. Uno de los requisitos es que posean un título universitario.
Las distintas congregaciones religiosas manejan sus finanzas con un gobierno provincial, siguiendo criterios de sostenibilidad y eficiencia. Metódicos, los jesuitas emprendieron un plan de mejoras hasta el 2017. Y para apuntalar este proyecto contrataron una auditoría que realiza la Price Waterhouse.
Para entender la lógica de su férrea estructura organizativa hay que remontarse a sus orígenes, en 1540. Ese año, el exmilitar Ignacio de Loyola creó la Compañía de Jesús.
Loyola, quien fue declarado santo por la Iglesia Católica, inició su carrera como soldado, pero a los 30 años fue herido de gravedad en una batalla. Este hecho lo marcó y fue el inicio de su devoción religiosa. ‘La defensa y propagación de la fe y en el provecho de las almas’, es su lema fundacional.
34 años después llegaron los primeros jesuitas a Quito. Con el tiempo, la orden tuvo un crecimiento vertiginoso. Su aporte desde entonces está ligado al desarrollo de la educación, la ciencia y la evangelización, recalca el párroco de La Dolorosa Iván Lucero.
Su rápida expansión -según el investigador social Vladimir Serrano- se debió a sus características heterodoxas. “Era absolutamente monástica, con una estructura marcial; por eso su nombre es el de una unidad militar (Compañía)”. Así se formaron, sujetos a los votos de castidad, pobreza y obediencia a su general Loyola y al Papa.
En esta etapa, los jesuitas llegaron a poseer en la Real Audiencia de Quito unas 50 haciendas, fundaron la Universidad San Gregorio, una gran biblioteca (que tenía 14 800 volúmenes), 11 colegios, varios conventos y seminarios, la primera botica…
Todo este patrimonio se estimaba en 4 millones de pesos, según un documento de 1768. Un año antes los jesuitas fueron expulsados de las colonias españolas, por edicto del Rey Carlos III. Al salir, dejaron su obra inconclusa, y su tarea misionera en la Amazonía quedó abandonada. En Quito había 263 jesuitas, según un ensayo del religioso José Benítez.
El celo de otras órdenes religiosas y la incomodidad que causaba la influencia jesuita en las monarquías de España, Francia y Portugal originaron en primera instancia su expulsión. Los reyes no toleraban su lealtad absoluta a la jerarquía Papal.
Extrañamente, en 1773 la Compañía fue extinguida por orden del papa Clemente XIV.
Uno de los expulsados fue el padre Juan de Velasco. A diferencia de sus compañeros él se hallaba en Popayán y se le permitió empacar sus escritos. En Europa, donde enfermo, escribió su obra cumbre: ‘Historia Moderna del Reino de Quito’, que reivindica la presencia de culturas prehispánicas.
“Fue una catástrofe, decenas de padres murieron, ninguno de los expulsados volvió a estas tierras. Las grandes propiedades fueron rematadas entre la nueva aristocracia criolla”, relata el sacerdote Lucero.
El Observatorio Astronómico es otra de las obras construidas por los
jesuitas en el siglo XIX. Foto: Archivo / EL COMERCIO
El retorno de la orden
La orden fue restablecida en 1814 por edicto de Pío VII.
En el barco en el que arribaban los primeros jesuitas a Guayaquil en 1850 viajaba Gabriel García Moreno, quien volvía de Francia y años más tarde, como Presidente del Ecuador, consagraría el país al Corazón de Jesús y les encargaría el impulso de la educación. Eso ocurrió en el retorno definitivo de la orden al país, en 1862, cuando solo pudieron recuperar la iglesia de La Compañía y una parte del edificio en el casco colonial, donde se fundó el Colegio San Gabriel. Otras obras fueron la Politécnica y el Observatorio.
Siempre han avanzado más que el resto de congregaciones, subraya Serrano: “Han sido criticados por su gran ambición, aunque no hay individuos ricos mantienen una orden muy influyente. En relación con su época de mayor esplendor, se los compara con los templarios de los siglos XII y XIII”.
En la actualidad la Compañía trabaja fundamentalmente en los sectores educativo, pastoral y cultural; dirige planteles en Quito, Guayaquil, Cuenca, Riobamba y Portoviejo, así como la Universidad Católica.
Por eso, no es una casualidad que en el ‘ranking’ de los 20 mejores colegios, tres pertenezcan a los jesuitas: San Gabriel, tercer lugar de la Sierra; Javier, segundo lugar de la Costa; y Cristo Rey de Portoviejo, sexto lugar de la Costa “Los jóvenes están presentes en todas nuestras obras, así como los sectores más desposeídos”, comenta el sacerdote Freire. Además mantienen, entre otros, Fe y Alegría, Irfeyal, el Hogar de Cristo y el Centro del Muchacho Trabajador. En total atienden 13 comunidades y 27 obras apostólicas.
Sobresale la Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit, fundada en 1929, que conserva la principal colección de libros y escritos de autores ecuatorianos. Entre sus tesoros se incluye la primera edición de la ‘Nueva Historia del Reino de Quito’, así como valiosos ejemplares de los primeros periódicos del país.
Es una paradoja. Francisco es el primer Papa latinoamericano. Hace tres siglos un Pontífice suprimió la orden de la Compañía de Jesús. Hoy es el primer Papa jesuita y está próximo a venir al país.