La vía Troncal Amazónica cambia su sólido asfalto negro por un endeble adoquín marrón, luego de recorrer tres horas del tramo entre las ciudades de Macas y Zamora.
Sus dos carriles atraviesan en ese momento El Pangui (boa en lengua Shuar), cabecera del cantón del mismo nombre y zona que recibirá los impactos directos de la explotación del cobre en el proyecto Mirador de Ecuacorriente.
En la avenida principal los adoquines se confunden con un lodo amelcochado por el polvo y la lluvia constante que cae en la zona durante la época invernal.
Los lugareños usan ropa ligera ya que la temperatura promedio en el día bordea los 25 °C. De piel trigueña, se identifican como mestizos, emigrantes de Azuay y Loja, y miembros de las nacionalidades Shuar y Saraguros.
La mayoría de casas de colores pasteles celestes y amarillos tiene dos pisos. Algunas dejan ver grupos de varillas de hierro oxidado en el techo que prometen un tercero. Tres edificaciones sobresalen: la iglesia, el Municipio y un edificio de cuatro pisos coronado con tejas rojas, propiedad de un emigrante que trabaja en EE.UU.
Las necesidades insatisfechas en El Pangui son básicas: mejorar los deficientes sistemas de alcantarillado y agua potable, dotar de mayores equipos e infraestructura al centro de salud, ampliar las posibilidades de estudio de los jóvenes y aumentar el ingreso per cápita mensual, que oscila entre USD 200 y 400.
El nivel de educación es básico. Solo existe un colegio con capacidad para 850 alumnos y de cada promoción apenas 10 estudiantes se preparan para ingresar a las universidades de Loja y Zamora.
Las principales enfermedades de la zona son la parasitosis y las infecciones respiratorias y de la piel, debido a la mala calidad del agua y la humedad del ambiente.
La delincuencia no es un problema porque, según los pobladores, se puede transitar a cualquier hora de la noche.
Pese a ello, Branco Betancourt, uno de los conductores de la zona, cuenta que en las últimas semanas tres de sus compañeros fueron asaltados en la carretera y perdieron sus camionetas. Por eso, ahora piensan dos veces antes de hacer fletes fuera del cantón.
Los habitantes esperan que los servicios que el Estado no ha podido darles, se solucionen gracias a la minería.
Como la mayoría de los 8 600 panguenses, Óscar Romero se dedica a la agricultura y a la ganadería. Su principal actividad es la siembra de café y cacao.
Asegura que una de sus dificultades, como pequeño productor, es la falta de conocimientos técnicos para aumentar el rendimiento de la tierra y convertirse en exportador directo. Con otros 40 productores, integra la Asociación de Caficultores y elaboraron un proyecto para el cultivo tecnificado en 100 hectáreas.
Ello les permitirá aumentar la producción actual de 10 quintales por hectárea a 35 y buscan que parte del dinero de las regalías que vendrán por la minería a gran escala financie el proyecto.
Romero confía en que la compañía y el Gobierno tomen las precauciones necesarias a fin de que el proyecto minero opere con un bajo impacto ambiental y no contamine el agua de la zona.
En la misma línea se encuentra Francisco Criollo, de la Asociación de Ganaderos de El Pangui.
Junto con otros 30 productores, Criollo fue asesorado por técnicos del Fondo Ítalo-Ecuatoriano (FIE) para la mejora de la producción de leche y manutención del ganado. El FIE les dotó además de una camioneta para acopiar la leche de los productores y un tanque de enfriamiento, con una capacidad para 2 000 litros.
Ese mismo vehículo les servía para llevar la leche a una planta pasteurizadora en Cuenca y así generar más ingresos al pasar por alto a los intermediarios.
Con el fin de la asesoría, la camioneta donada por el FIE pasó a disputarse entre cinco asociaciones de productores, lo que dificultó el acopio y traslado de leche.
En consecuencia, la recolección y venta directa del producto se ha reducido en un 50%.
En promedio, cada ganadero genera 20 litros de leche al día con una ganancia neta semanal no mayor a los USD 40.
“Producimos apenas un cuarto de nuestra capacidad por estos problemas y somos presa de los intermediarios”, cuenta Criollo, quien espera convertirse en uno de los principales proveedores de lácteos del proyecto minero.
Busca que a través de las regalías se les pueda apoyar a nivel logístico y de capacitación.
Pero no solo los productores advierten ventajas en explotar el cobre sino también los maestros.
El rector del Colegio Ecuador Amazónico -único centro de educación de segundo nivel en El Pangui-, Víctor Loja, mira en el proyecto minero la oportunidad de que en la institución se creen tres nuevas especializaciones.
Actualmente, los 850 alumnos de primero a sexto curso se preparan en contabilidad, agricultura y el bachillerato único.
Loja indica que el Ministerio de Educación dispuso que los tres cursos del ciclo básico pasen a las escuelas y el colegio se concentre en el ciclo diversificado.
“Habrá infraestructura sin usar para formar técnicos mineros, en mecánica industrial y mecánica automotriz”, relata Loja, quien espera que esta propuesta se financie con las regalías mineras.
Otra de las necesidades imperiosas es el servicio de salud pública. La directora del Centro de Salud de El Pangui, Carla Jiménez, explica que en la actualidad laboran tres médicos y dos odontólogos que atienden cerca de 100 pacientes diarios.
Indica que con la llegada de la actividad minera al menos requieren de un traumatólogo y un equipo de Rayos X que les permita atender las posibles emergencias laborales que se presenten en el proyecto. Los recursos también vendrían de las regalías.
El presidente de la Cámara de Comercio de El Pangui, Rolando Aguirre, en cambio, tiene temor del impacto social por la minería.
“Ahora uno puede salir a la calle a cualquier hora sin problema. ¿Qué pasará cuando lleguen más trabajadores con el tema de la delincuencia?”, advierte.
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