El título del artículo pudo haber sido “S&P degolla a Portugal”, y contribuir al enorme caudal de tinta que se ha vertido para criticar a las agencias de notación. Ciertamente, hubiese sido un texto muy a la moda. Pero hay que tener el coraje de apartar chivos expiatorios y saber entonar el mea culpa.
Standard & Poor, Fitch y Moody’s son tres empresas encargadas de transmitir nociones de riesgo al mercado respecto a obligaciones públicas o privadas. Esto lo hacen por medio de calificaciones, siendo AAA el mayor grado de seguridad y D el menor. Dejando de lado las falencias que las convirtieron en detonador del crash, el sistema financiero internacional está estructurado de tal forma que estas funciones pueden ser en sí mismas un motor esencial de crisis.
El caso de Portugal es muy elocuente. El pobre país luso está endeudado hasta el cogote y no será capaz de pagar sus deudas por sí mismo si no corta gastos; no con bisturí sino estilo carnicero. El primer ministro, José Sócrates, era el político que abanderó dicho plan de austeridad. Por supuesto un plan que reduzca los salarios de los funcionarios públicos en 5% no es una medida popular. Así, hace una semana el parlamento portugués rechazó su propuesta. Sócrates -haciendo honor a la obstinación de su antiguo tocayo- renunció a su cargo.
Consecuentemente, las notas de la deuda pública portuguesa bajaron hasta llegar a la calificación de bonos chatarra. Las consecuencias son nefastas: el país tiene más problemas en vender su deuda, y quienes la han comprado lo han hecho imponiendo unas tasas de interés récord. Con los inversionistas espantados, las previsiones de crecimiento son aún peores; justo el tipo de escenario que ameritaría más gasto público, justo aquello que Portugal debe cortar, etc.
En principio es normal que las calificaciones de las agencias de notación generen bolas de nieve. Lo que asusta es la excesiva atención que el mercado otorga a las notas. Al punto en donde es usual que se indexen cláusulas contractuales de tal forma que las obligaciones deben ejecutarse anticipadamente en caso de una reducción, lo que llevará al deudor a una peor situación, etc. Asimismo, el monto de reservas de los bancos depende de su calificación, o hay inversionistas públicos que se obligan únicamente a poseer bonos con notas altas (Ya se debatió en Ecuador).
En 2009 se pedía su sangre por no haber sido suficientemente severas con los bonos basura. Ahora, todo apunta a la fragilidad de la deuda europea y se les acusa de actuar en exceso. Pero las consecuencias nefastas vienen del alcance que el mercado otorga a las notas. Después del colapso de Enron, Claude Bébéar, el fundador de AXA, dijo “el verdadero problema es el estatus de oráculo que los inversores y los banqueros dan a estas agencias”.