La palabra no miente

Perseguido por el nazismo, el filólogo Viktor Kemplerer llevó un registro diario desde 1933 hasta 1945 sobre el uso del lenguaje. “Las palabras no mienten”, concluía,  la corrupción del lenguaje corresponde al horror y la barbarie…
 
La demagogia carga al discurso de retórica vacía. Pero las palabras no mienten, pronto se descubre el engaño detrás de las frases rimbombantes. La espectacularidad hollywoodense de los actos de masas se llena de fatuidad y ruido. Pero lo espectacular fue parte de la estética fascista.

Hubo revoluciones que surgieron de abajo, los consejos obreros. Fueron pronto derrotados o liquidados por quienes usurparon en su nombre el poder (estalinismo). En nombre de la democracia se organizaron comités para la caza de brujas, artistas, intelectuales, sindicalistas (macartismo).

En democracia se espera de los gobernantes precisión en sus propuestas.  ¿No hemos de inquietarnos  si se insinúa la organización de comités de defensa de la revolución ciudadana? Lo insinúa el Presidente, y luego desde Alianza País y el Gobierno saltan aclaraciones y declaraciones entusiastas. Unos aclaran que Correa se refiere a las organizaciones de base de AP, otros proclaman que formarán un millón de CDR, alguna dice que si se cambia de nombre no pasa nada… ¿Quiénes estuvieron junto a Correa cuando hizo su insinuación? Hugo Chávez y Raúl Castro.

Los CDR surgieron en Cuba en los primeros años de la revolución para enfrentar los sabotajes y la invasión (Playa Girón). Ha pasado medio siglo. 
Invocar los CDR de inicios de la revolución es hoy tan anacrónico como invocar la figura del Che Guevara, ícono de mi generación, pero que, aparte de la memoria de su heroísmo, nada puede decirnos en política para el futuro.

Es absurdo justificar los CDR a pretexto de defensa de los derechos humanos, pues para ello están las instituciones establecidas. Los consejos obreros dividían la sociedad en proletarios y burgueses. ¿La ‘revolución ciudadana’  divide la sociedad en dos partes? ¿Ciudadanos y qué otra cosa? ¿De qué va a defenderse la revolución ciudadana, si verdaderamente lo es? Su límite es el liberalismo republicano…  A menos que se piense en otra forma de ‘ciudad’, pero por ahí no va AP.

La organización de partidos es legítima y necesaria. Ojalá AP se constituya como un partido organizado democráticamente. Pero no cabe que se organice desde el poder del Estado, ni con fondos públicos, ni con base en los subsidios estatales. Sus organizaciones de base no pueden confundirse ni suplantar las organizaciones sociales (comunas, cooperativas, comités de aguas, barriales, de padres de familia). Ese sería el camino del autoritarismo.

Columnista invitado

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