Reinventar el arte literario es, en definitiva, el gran reto que un escritor afronta cada vez que se encara a la página en blanco. Al igual que ese bloque de mármol, informe y tosco, al que un escultor se enfrenta, cincel y martillo en mano, para extraer del interior de la piedra la forma que en ella está escondida, el escritor se acerca, pluma en ristre, a la página en blanco para poblar ese vacío con palabras suyas poniendo, con ello, a prueba sus dotes de demiurgo. El enfrentarse cada día a la página en blanco, el confiar a ella sus palabras, aquellas que desde el corazón pugnan por salir, el ir enfilando las frases, el conformar los escuadrones de los párrafos, es el reto diario del escritor, su pugilato silencioso, su vanidad, su secreta gloria. En esta búsqueda agónica de una forma, en este sudor de cada día, el escritor se mide y enfrenta al lenguaje, lo más inasible, lo más proteico de todo lo creado, sin olvidar jamás sus propios límites, aquellos que le imponen su humana condición. Al final, y luego de no poca transpiración, quedará el triunfo de la mente, la satisfacción íntima y dulce por el trofeo alcanzado: la página escrita, logro profano, conquista ganada con su solo aliento. La página en blanco de cada día, para aquel cuyo oficio es el trato con la palabra, pienso que debe ser el reino de la libertad, nunca la cadena del cautivo.
Juan Valdano
Escritor y ensayista
Juan Valdano incursionó en el ensayo literario e histórico, en el cuento y en la novela. Autor de libros sobre el proceso generacional, cultura, literatura y arte. ‘Los juegos de Proteo’, su obra reciente, ha tenido acogida. Los orientales nos transmitieron la idea de las Escrituras Sagradas, libros dictados por la divinidad: la Biblia, el Corán… Me parece que fue a Bernard Shaw a quien se le preguntó si creía que la Biblia había sido escrita por el Espíritu Santo. Él respondió que no solo la Biblia sino todos los libros. En definitiva, no había sino un solo autor y muchos amanuenses. Es una idea digna de Borges. No me atrevería a contradecir al célebre dramaturgo inglés. Sin embargo, si ello fuera así, como él dice, creo sinceramente que el Espíritu Santo, autor único de todos los libros, deberá estar, a estas alturas, muy arrepentido de haber escrito muchos de ellos.