Joaquín, de 3 años y 9 meses, se queda al cuidado de Cristina, la prima de su mamá, de 07:30 a 18:00. Lo guía en sus clases virtuales. Foto: Archivo particular
Tras el fin del estado de excepción, Irene Andrade volvió al trabajo presencial el lunes. Esta semana la madre y profesional pidió a su hermana, que aún teletrabaja, que se mude a su casa para que le ayude con su hijo. En la noche prepara la comida para el día siguiente. Se va en taxi a la oficina, ya que no tiene vehículo propio.
La próxima semana deberá movilizar a su hijo, de 11 años, hasta el domicilio de otra persona, en donde dormirá unos días. Joaquín está triste. No entiende por qué no puede seguir laborando desde casa como lo hizo a partir del 16 de marzo, mientras lo acompañaba en sus clases virtuales.
Por eso adecuaron un espacio de estudio, que el niño ya no usará. El fin de semana Irene le explicó cómo resolver problemas técnicos del computador, repasaron los horarios de clases y la forma de acceso a las mismas. “Le hice comprender la situación, no dejo de llamarlo en el día”.
Los niños tienen la capacidad de adaptarse a los cambios, siempre que estos no se presenten de manera brusca, explicó la directora del Centro Oasis Bienestar y Salud, Daniela Ziritt. “Si les afectan se produce un retroceso”.
Hacerse pipí en la cama, dejar de comer bien o responder con berrinches son señales, indica Ziritt. Y recomienda que los padres preparen a los chicos para el cambio, explicándoles con anticipación que deben volver al trabajo y estableciendo nuevas rutinas.
En ese proceso, la psicóloga comenta que los padres deben incluir a sus hijos en la organización y negociar horarios con ellos. Además de darles responsabilidades para que adquieran autonomía y sientan el cambio como algo que les ayuda a crecer.
En el régimen Sierra y Amazonía empezaron un nuevo ciclo escolar desde casa 1,8 millones de estudiantes. Entre ellos, los que permanecen bajo supervisión de padres, que también teletrabajan en casa, durante las clases virtuales.
Hasta el 2 de septiembre, 436 484 personas cumplieron sus funciones desde sus hogares, 66% del sector público, según el Ministerio de Trabajo. Tras el fin del estado de excepción, empresas reactivan paulatinamente la actividad presencial, aplicando medidas de bioseguridad para recibir a sus empleados.
Para madres como Marisol (nombre protegido), el retorno implica un gasto adicional. Ella es abogada en una institución pública y tiene un hijo que empezó inicial dos en un plantel privado de Quito; la pensión es de USD 417.
Desde las 07:30 hasta las 18:00 deja al niño en casa de una prima, que es psicóloga con conocimientos de pedagogía, para que lo acompañe en sus clases virtuales y tareas. Para eso invierten USD 300 mensuales. “Es como pagar dos colegios a la vez”.
El derecho al trabajo supone el deber del patrono de asegurar las condiciones adecuadas para el desempeño del empleado, sostiene Dolores Miño, directora del Observatorio de Derechos y Justicia.
“Si una empresa no toma en cuenta las necesidades de cuidado y crianza de padres que ahora tienen hijos estudiando desde casa, de facto crean condiciones laborales que para el trabajador se vuelven imposibles de cumplir”, anota.
La situación actual exige que el derecho al trabajo se asegure, adecuando el teletrabajo para padres y madres, opina la abogada. De no ser posible, señala, los empleadores deben brindar facilidades de entrada y salida para que los padres cumplan sus responsabilidades con sus hijos.
Incluso los empleadores particulares pueden ser demandados vía acción de protección, apunta Miño. “La empresa debe pensar en los derechos al trabajo y a la familia”.
Sofía trabaja como funcionaria administrativa en un ministerio y pidió mantener en reserva su apellido. Desde hoy debe volver a la oficina; lo hará dos veces por semana, que coinciden con los días en los que circula su auto. “El transporte público está a full, no hay nada de distanciamiento, temo contagiarme, por lo que usaré mi auto”.
Su mayor preocupación es que sus hijas de 10 y 12 años estudian de modo virtual, de 08:00 a 12:00. Se conectaban a la escuela y a la oficina en sus portátiles, en el comedor. “La mayor se concentra más. Pero la pequeña a veces se distrae. Lo bueno es que saldré a las 15:00, sin almuerzo”.