Pacientes con VIH anhelan que una cura se descubra

David Larreátegui, jefe de Infectología del Hospital Carlos Andrade Marín, chequea a Camilo (nombre ficticio). Foto: Roberto Peñafiel / EL COMERCIO

David Larreátegui, jefe de Infectología del Hospital Carlos Andrade Marín, chequea a Camilo (nombre ficticio). Foto: Roberto Peñafiel / EL COMERCIO

David Larreátegui, jefe de Infectología del Hospital Carlos Andrade Marín, chequea a Camilo (nombre ficticio). Foto: Roberto Peñafiel / EL COMERCIO

El chequeo médico de Camilo, nombre fic­ticio, comenzó con una felicitación: “Muy bien, subiste 20 libras”, le dijo el especialista al joven de 18 años, a quien le detectaron VIH/sida el año anterior.

Camilo asiste cada tres meses a consultas en el Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM), del Seguro Social. David Larreátegui, jefe de Infectología, evalúa el avance de la enfermedad, que se transmite vía sanguínea o por relaciones sexuales sin protección.

El joven llegó en ‘fase sida’, es decir, con defensas bajas. “Estaba mal. Vino casi muerto”.

Mientras Larreátegui habla, este quiteño -que pasó su niñez y adolescencia en Guayaquil- sonríe con timidez y reconoce que el virus estaba acabando con su vida. Su páncreas se encontraba destrozado.

“Mi estado era crítico, pasé tres meses hospitalizado y no podía ni comer”, dice el chico.

A Camilo, los médicos le dieron ocho días de vida. De eso ya ha pasado casi un año y sigue en la lucha contra esta patología, que puede tardar entre dos a 15 años en manifestarse.

En Ecuador se reportó que 36 544 personas tenían VIH/­sida al cierre del 2017: 0,22 por cada 1 000 habitantes. De ellos, 19 545 (53%) recibió tratamiento antirretroviral. En ese año se invirtieron USD 6,4 millones. En el mundo hay 36,9 millones de pacientes; 21,7 millones sí reciben medicamentos, según Salud y ONU Sida.

La enfermedad se concentra en hombres de entre 15 y 49 años. “Es alarmante -dice Larreátegui-, años atrás se registraba desde los 20”.

¿Cómo vive alguien con VIH? Contrario a lo que se cree, los pacientes sí pueden llevar una vida normal y, sobre todo, libre de males asociados como tuberculosis, diarrea, cáncer, leucemia o herpes.

Esto se logra con el uso diario de antirretrovirales, un fármaco que detiene el crecimiento y reproducción del VIH, explica Larreátegui.

Con el uso del medicamento, el virus no infecta a las células pues no llega a ellas y permanece en la sangre. “Se da un efecto de bloqueo. Es similar a poner un obstáculo en la vía por donde pasa el VIH”.

Antes de tomar los antirretrovirales, Camilo conservaba 14 de las 1 000 defensas activas que tiene una persona sana. Ahora, con el tratamiento subió a más de 600. “Es un logro”.

Con su sistema inmunológico fortalecido, este muchacho ya puede pensar en el futuro: retomar la secundaria.

En los próximos días, Camilo volverá a clases en un colegio técnico de la Costa. Pero lo que más anhela es recibir la noticia de que los antirretrovirales formaron un escudo en su cuerpo y desapareció el virus.

Este deseo se volvió realidad en los pacientes ‘Berlín’ y ‘Londres’, cuyos organismos lograron erradicar el rastro del VIH, como anunció este mes la revista científica Nature.

Su historia se convirtió en un aliento para la comunidad de especialistas. ¿Qué hizo la medicina? No mucho, explica Alberto Castillo, infectólogo.
Los pacientes cumplían con una condición particular: tener leucemia, por lo que se les practicó un trasplante de médula -transfusión de sangre-.

Además, el segundo presentó un defecto genético, que ayudó a que el virus se detuviera en su camino a las células.

Castillo y Larreátegui coinciden en que “pocos pacientes” tienen un cuadro médico similar a ‘Berlín’ y a ‘Londres’. Por ello aún sus experiencias no pueden tomarse como solución general cercana.

Pero más allá de eso, sí hay nuevos tratamientos. Inyecciones mensuales o trimestrales de antirretrovirales se prueban fuera del país. El costo anual de los actuales medicamentos va de USD 1 500 y 2 000 por paciente. Antes era USD 20 000 y consistía en un ‘coctel de más de 20 pastillas’.

Los especialistas insisten en la necesidad de que la gente se practique la prueba para acceder a un tratamiento oportuno.

En el área de Infectología del Hospital Baca Ortiz, especializado en niños y adolescentes, se registran 148 pacientes con VIH, a partir del 2002; 117 reciben tratamiento, 11 han fallecido y el resto son extranjeros o han dejado esta unidad.

Los antirretrovirales en un niño -contagiado por transfusión sanguínea o por su madre- deben suministrarse dos veces al día, dice Greta Muñoz, líder del Servicio de Infectología.

“Su vida transcurre igual a la de otros niños. La diferencia es que toman fármacos diariamente para estar sanos”.

El tratamiento con antirretrovirales significa un progreso médico de los últimos 15 años. Ahora el compromiso mundial es poner fin a la epidemia hasta el 2030.

“A los chicos les decimos que en su cuerpo hay un bicho y que el fármaco lo aplasta”, cuenta Muñoz, quien recuerda a una niña de 13, que dijo: “Sé que adquirí el virus en la panza de mi madre. No quería hacerme daño”. Igual que los demás, espera curarse algún día.

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