A las órdenes del Presidente

Primer acto: el Presidente ordena al Banco Central que  traiga al país   USD  864 millones de la reserva monetaria internacional.

Segundo acto: el Banco Central arma el plan para cumplir la orden suprema.
 
Tercer acto: los ministros del gabinete económico revisan la propuesta del Banco y la aprueban, por unanimidad.

Cuarto acto: el plan no le gusta al Presidente y  pide la renuncia de los culpables.
 
Pregunta: ¿quién debía renunciar por no acatar la orden del  Presidente?

Quien pensó que la respuesta correcta era el Directorio del Banco Central está  totalmente equivocado. 
 En la lógica de la revolución ciudadana no  importa que los miembros del Directorio hayan aprobado, por unanimidad,  que la reserva  se invierta en la banca pública siempre que se entreguen  garantías.

Tampoco importa que los mismos ministros hayan exigido    garantías a la banca pública a través de una resolución aprobada  el mes pasado. 
 
Y menos debe interesar que  ellos establecieron  los niveles de riesgo en la banca pública, con el objetivo de orientar la inversión de la reserva.
Pero como alguien debía renunciar, la decisión  fue culpar  a los técnicos ‘neoliberales’ que se atrevieron a recomendar que es conveniente pedir garantías para precautelar los recursos del Estado.
 
Los ministros que conforman el Directorio no advirtieron que ese tipo de propuestas no son incompatibles  con la política del Gobierno. Y ahora aparecen como inocentes, que no  sabían lo que  aprobaron el 18 de noviembre pasado, y que  incluso  fueron engañados con informes insuficientes. ¿Alguien cree eso?

Al menos el Presidente del Banco Central tuvo la delicadeza de decir que se equivocó y renunció, aunque dos días antes ya lo habían renunciado desde la  Presidencia.

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