Celeste y su hermano Jens, Mónica y Jorge, quienes llevan siete años juntos. Fotos: cortesía Mónica Vergara y Galo Paguay / EL COMERCIO
En los planes de Mónica Vergara no había espacio para una nueva pareja. No le quedaba tiempo, con una hija de 1 año y un trabajo demandante en una multinacional. Además, quería concentrarse en la pequeña Celeste, luego de su divorcio.
Trece años después, esta ingeniera comercial que llegó ya los 44, reflexiona: “Las madres somos seres humanos, con vida propia, no hay que abandonar la opción ni cerrar las puertas a una relación”.
Eso hizo ella y formó otra familia, que incluye a Celeste de 14 años, su esposo Jorge de 62 y Jens, el hijo de ambos, que pronto cumplirá 5.
Cada vez hay más mujeres que vuelven a creer en el amor. Y se dan la oportunidad de probar con otra pareja. Lo anota Ana María Viteri, PhD en Psicología. Se debe -detalla- a que tienen más independencia económica, gracias a una mejor educación y, por tanto, una autoestima más alta.
Aunque -señala- para muchas mujeres empezar de nuevo con alguien es más difícil. Sus hijos ya son adolescentes y no se llevan bien, al inicio, con el hombre. A veces, algunas prefieren tener “parejas puertas afuera”; es decir, no hacen una vida juntos, en un mismo techo, para evitar dificultades.
Otras no superan los miedos de que el ‘padrastro’ no sea el
indicado, maltrate o abuse incluso de sus hijos.
En Ecuador, entre el 8 y 11% de divorciados, se casaron al menos una segunda vez, se lee en el Anuario de Matrimonios y Divorcios del 2015, del INEC.
No hay una cifra que muestre qué porcentaje de madres solteras formalizó una relación. Pero la mayoría de mujeres (94%) se quedó a cargo de sus hijos, según esa fuente.
Eso, más el hecho de que dos de cada 10 madres son jefas de hogar, incide en la posibilidad de que puedan darse una nueva oportunidad con otra pareja. Eso apunta Gissela Echeverría,
terapista familiar sistémica.
“Tras un rompimiento de la relación, la mayoría de padres mantiene una condición de visitante con sus hijos y la responsabilidad recae en ellas”.
Juan C. Jiménez conoció a Marcela Iñacasha, cuando Justin tenía 1 año (hoy de 9).
Por eso, ellas tienen menos tiempo para su vida amorosa. Aunque “esa noción de que deben ser más madres que mujeres, cada vez se cuestiona más”, comenta Echeverría.
También empiezan a registrarse algunos casos de padres y madres que hacen acuerdos sobre crianza compartida. Y eso deja más espacio a la mujer para sus propias citas.
“Es duro criar sola a un hijo”, admite Mónica. Recuerda que luego de la guardería, Celeste pasaba unas horas al cuidado de una señora, a quien contrató. Luego de divorciarse, ella no regresó a la casa de sus padres, por lo que asumió la crianza sin ayuda de terceros.
A ella, como a otras mujeres divorciadas, se le acercaban hombres en las mismas condiciones, que ya tenían hijos. Así que no pensó que un día volvería a embarazarse y menos a formar una familia tradicional.
Cuando su hija mayor cumplió 8 años conoció a Jorge. Él tenía hijos adultos y nietos.
Pero un día le preguntó si le gustaría volver a ser mamá. Ella le contó que su hija mayor siempre le pedía un hermanito. Respondió que sí, pero que no quería volver a criarlo sola.
La pareja lleva siete años junta. Hoy, ella asegura que nunca se deben cerrar las puertas del corazón. “Hay tantos seres humanos, que seguramente habrá alguien que empate con quien se encuentra solo”.
El adulto sin pareja, aconseja Diego Tapia, terapista, debe buscar amistades propias y relaciones adultas con el otro sexo. Y no renunciar a su derecho a una vida sexuada responsable, sin culpas, sin miedos, sin prejuicios.
A sus pacientes que crían solos o solas a sus hijos, les dice que la mayor responsabilidad que tienen con sus hijos, después de alimentarles y protegerles, es ser felices.
Es inútil -les dice- que se sacrifiquen por ellos; su realización es uno de los elementos fundamentales de su pleno desarrollo, porque les provocan ganas de crecer y les libera de la carga de hacerles felices.
La terapeuta Echeverría sugiere manejar con cuidado la relación de los hijos con la nueva pareja. Se acostumbran -dice- a recibir toda la atención de la madre. Hay que hablar con ellos y demostrarles que la relación madre-hijo no estará en riesgo nunca.
El primer mes de relación fue determinante para Marcela Iñacasha y Juan Carlos Jiménez. La mujer de 26 años le confesó que era mamá de un niño de 1 año. Cuando se lo dijo, pensó que todo terminaría. Pero eso no pasó. Él, de 30 años, decidió continuar su historia de amor y ayudar en la crianza de Justin, hoy de 9. El niño lo llama papá y les pide darles un hermano.