Perforado por las operaciones de los carteles del narcotráfico y de los clanes criminales y azotado por una oleada de crispación social, México será el escenario -este domingo 7- de unos cruciales comicios federales y regionales. Se renovará la Cámara de Diputados y se elegirán nueve gobernadores y los congresos estatales y ayuntamientos de 17 estados.
¿Por qué resultan trascendentales las elecciones? Por un cúmulo de motivos. El primero de ellos: la presencia de los ciudadanos en las urnas será una suerte de examen de medio tiempo que rendirán el gobierno del presidente mexicano Enrique Peña Nieto y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la organización que patentó el esquema político de la ‘dictadura perfecta’.
Peña Nieto, que trajo al PRI de vuelta al poder el 1 de diciembre del 2012, al cabo de dos mandatos consecutivos del partido derechista PAN, afronta una serie de reclamos sociales. También se halla en el epicentro de la controversia, entre otros hechos, por el escándalo tejido alrededor de la mansión bautizada como la ‘Casa Blanca’, valorada en USD 7 millones. El problema radica en que uno de los mayores contratistas del Gobierno Federal es el propietario de esa casa.
Hay otra losa, incluso más pesada, que lesiona la imagen del Mandatario del PRI. Es el caso -aún no resuelto del todo- de los 43 estudiantes normalistas que desaparecieron en Iguala, Guerrero. Este episodio, que muestra de forma descarnada la violencia creciente en México y la barbarie de los grupos criminales, sin duda, marcará la gestión (¿o falta de gestión?) del sucesor de Felipe Calderón.
El cierre de la campaña se ha visto ensombrecido por los choques y las advertencias de que se esperan más episodios de violencia. El Ejecutivo mexicano ha alertado que, en el trasfondo de las votaciones, se teme una campaña de ataques por parte de anarquistas, que ha sido bautizada como ‘Junio negro’.
En el fondo, como lo dijera el maestro Carlos Fuentes a este periodista, el temor es que en México nada tiene un ‘happy end’.