‘¡ Por el ojo tuerto te roban, ñaño!”, espetó el hermano del Presidente. Esta expresión vitriólica tiene muchos significados. Quiere decir, en primer lugar, que el Régimen no está manejando bien los recursos del país; que hay desperdicio, derroche y hasta irregularidades en los contratos públicos.
Los negocios del Estado con el autor de aquella frase son la primera evidencia de aquello. Un informe de Contraloría reveló esta semana que el Gobierno le adjudicó obras por ¡USD 167 millones! (más de el doble de lo que inicialmente se estimaba). Aquel documento también dice que se encontraron 31 anomalías en aquellos contratos.
No hubo estudios definitivos de las obras que se iban a realizar, existieron incrementos injustificados de precios, y además se adjudicaron contratos a pesar de que la empresa del hermano del Presidente no tenía los equipos para realizar las tareas requeridas, según dice, entre otras cosas, aquel informe.
Aquí es cuando aquello del ‘ojo tuerto’ cobra un nuevo significado: nos dice que la sociedad ecuatoriana ha estado en la penumbra; que no ha querido ver -o que no se le ha mostrado- el abuso de poder y la negligencia que existe en el manejo de las cuestiones del Estado.
Increíblemente es Fabricio Correa -talvez el mayor beneficiario de esa ceguera parcial que afecta a la sociedad ecuatoriana- el que ahora nos está quitando las anteojeras y está echando alguna luz sobre este asunto tan escabroso.
Habla sin tapujos porque sabe que la Constitución diseñada por la ‘revolución ciudadana’ le ampara y que seguramente el Estado deberá indemnizarle con USD 37 millones porque el Gobierno decidió terminar unilateralmente sus contratos.
En este caso, eso del ‘ojo tuerto’ tiene una nueva lectura: este Régimen ha desfigurado el rostro del Estado. Ha desmantelado las instituciones y sus debidos procesos; ha eliminado el sistema de chequeos y balances, y ha puesto todo al servicio de un proyecto político encarnado en la figura de una sola persona: el Presidente de la República.
En este sentido, aquello del ‘ojo tuerto’ también pudiera entenderse como una gris premonición de lo que se viene, pues el proyecto político del Gobierno quiere precisamente imponer una sola visión de la realidad; pretende inducir a la sociedad a que veamos las cosas desde un solo ángulo y desde una perspectiva unilateral.
Desafortunada, pero a la vez reveladora, ha sido la frase del hermano del Presidente, convertido ahora en una suerte de Casandra que nos quita las vendas de los ojos con sus augurios. “¡Por el ojo tuerto te están robando, ñaño!”. Esas palabras quedarán resonando por mucho tiempo en la cabeza de los ecuatorianos.