¿Cómo leer e interpretar la resolución de la OEA adoptada en Honduras hace unos días por la cual se abrieron las puertas para el reingreso de Cuba a la organización luego de 47 años de ausencia?
Lo primero y que salta a la vista es que el entorno internacional actual ha cambiado radicalmente respecto de aquel en que se adoptó la resolución de expulsar a Cuba. La Guerra Fría se acabó, el Muro de Berlín se echó abajo. En esta época, en que las relaciones de Estados Unidos con Rusia, China, la llamada ‘Europa del Este’ o hasta con Vietnam, por poner solo unos ejemplos, son fluidas en materia económica y comercial y hasta política, excluir a la Isla era un anacronismo insostenible.
Segundo, que para la nueva administración de Washington el tema Cuba –todavía no del todo asimilado internamente- debe ser abordado de otra manera: no a través de la confrontación sino del diálogo. Parecería que ya no es un tema de política interna por razones electorales pues los propios cubano-americanos están divididos y porque Obama ya no los necesita para sus intereses políticos inmediatos.
Ha quedado de manifiesto que América Latina unida puede alcanzar importantes avances cuando actúa de consuno, con argumentos consistentes y con convicción de bloque que algo propio tiene que proponer.
Ya no es la región de antaño, sumisa y obediente a dictados de potencias foráneas, parecería que ha madurado lo suficiente para abordar sus problemas de manera independiente.
Se ha confirmado que los liderazgos fuertes de Brasil y Venezuela generan consensos en temas claves que conciernen a Latinoamérica. El disparador efectivo de la resolución se dio en Brasil en la cumbre de Costa de Sauipe, a fines de 2008, cuando Lula lanzó formalmente ante sus colegas de la región el pedido y lo ratificó luego en la Casa Blanca, a mediados de marzo último, con ocasión de su visita a Obama. Chávez reforzó la demanda con su peculiar estilo y a él se sumaron prácticamente todos los países de la región, incluyendo, por supuesto, Ecuador. La negociación en la OEA se manejó hábilmente para consensuar un texto de resolución aceptable para todos, incluyendo EE.UU.
Otra lectura de la resolución y quizás la de más fondo es que, frente a la anunciada negativa cubana a discutir su retorno a la OEA, a pesar de las puertas abiertas, es hora de replantearse con mayor razón el tipo de organización hemisférica que conviene para que se ajuste a la coyuntura actual y a la realidad del continente.
Por último, que José Miguel Insulza, despojado ya de sus aspiraciones presidenciales en su país, que le distrajeron de su función en la OEA por un buen rato, jugó un papel importante en este asunto a fin de gestionar su reelección. No es fácil saber si lo logrará.