Redacción Quito
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En la casa hogar del proyecto Centro Opción de Vida (Covi), ubicado en el interior del parque La Carolina, viven ocho jóvenes. Esta vivienda fue adecuada para convertirse, desde hace nueve meses, en el hogar de los chicos de entre 12 y 17 años. Ellos habitaban en las calles de la urbe.
Los fines de semana
El sábado los muchachos salen a pasear. Ellos reciben USD 3 para alimentación. En la noche regresan a la casa.
El domingo participan de varias actividades. En la tarde son invitados para compartir una jornada con familias.
En Navidad y año viejo visitarán a sus familias, en la Costa. Luego regresarán a seguir sus estudios secundarios.
Marcelo V. de 14 años es uno de los habitantes de este hogar. Él es el primero de cuatro hermanos y llegó desde Esmeraldas hace dos años a la capital. “En mi tierra ya probé droga. Mi madre me pegaba y por eso salí de la casa y me vine a Quito. Hacía piruetas en la esquina de la Naciones Unidas y Amazonas”.
Así se ganaba la vida Marcelo. Luego, una fundación lo ayudó y lo llevó a trabajar en un terreno, cerca de Ambato. Pero se escapó de allí porque no le gustó y volvió a buscar a sus amigos con los cuales convivía en la calle.
El chico, convencido, dijo que eso es parte de su pasado, antes de llegar a vivir en la nueva casa y empezar una nueva vida. Ahora, él sueña con ser un misionero. Cada muchacho tiene una historia diferente.
Sin embargo, el pastor Marcelo Samaniego, quien se muestra como el mejor amigo de los ocho adolescentes, identificó a Marcelo como un gran líder.
En este casa hay una particularidad. Los jóvenes siempre hablan de fútbol y todos tienen el acento y los ‘dejos’ costeños en su expresión. Samaniego detalló que desde el inicio del proyecto, en 2 005, el propósito fue ubicar a los jóvenes que llegan a la ciudad con la ilusión de ser futbolistas profesionales. Todos son de la región Costa.
Llegaron a la capital para entrenarse como futbolistas pero la falta de alimentación, educación y ayuda los desvió y entraron en el mundo de la calle.
Al inicio del plan fueron 500 jóvenes, luego 70 y al final ocho que desde marzo de este año viven en el Covi y por las noches asisten a recibir clases en las aulas del colegio nocturno Salamanca, cerca de la vivienda.
En sus actividades diarias, el tiempo lo emplean para dedicarse a estudiar, recibir charlas motivacionales, leer la Biblia y practicar fútbol.
En eso es hábil Fritson O., de 16 años. Es un delantero esmeraldeño, hincha de Barcelona, pero que sueña con hacer goles para Liga de Quito. Eso lo contó emocionado porque en Navidad visitará a su familia que está en Esmeraldas.
Fricson, al hablar de su pasado, se pone serio. Luce melancólico. “Cometí varios errores en la calle. Consumía de todo y los amigos me llevaban al mal. Estoy triste porque mataron a un primo mío que también venía a esta casa, hace tiempo. Pero me gusta vivir y estar aquí”.
En la casa todos hacen de todo. Lavan, planchan, cocinan, barren… El proyecto funciona con el apoyo de la Administración Zonal y el Club Rotario Metropolitano, que apoyó con computadoras, camas, entre otras cosas.
Además, la Fundación El Batán, que es parte de la Iglesia Evangélica de El Batán y que impulsa el proyecto del Covi. Samaniego calculó que en cada chico se gasta USD 12 diarios.