Marinos colombianos patrullan las aguas alrededor del municipio de Tumaco, Departamento de Nariño, en la costa del Pacífico colombiano, el 14 de abril de 2018. Foto: AFP
El Obispo de Tumaco considera que ese municipio del suroeste de Colombia y fronterizo con Ecuador, está asfixiado entre el olvido estatal y el recrudecimiento de la violencia de grupos armados ilegales.
El religioso manifestó que la situación en esa urbe, una de las más pobres del país, está tan deteriorada que incluso muchos de sus más de 200 000 habitantes echan de menos los tiempos en que la zona era dominada por la guerrilla de las FARC.
“Hace 25 años llegó la violencia y llevamos 25 años en violencia, esta realidad de la frontera es fruto de la falta de institucionalidad, de la falta de Estado, hasta el punto que la gente dice que estábamos mejor con la FARC, eso demuestra la ausencia de institucionalidad en el territorio”, aseguró.
Entre los males que aquejan a los habitantes de esa ciudad del departamento de Nariño están la inseguridad, la violencia, la falta de vías, el desempleo, la baja calidad de la educación y el deficitario acceso a los combustibles, la energía y otros servicios públicos.
Todos estos problemas no hacen sino agravar la pobreza crónica de la gente, lo que al mismo tiempo favorece el crecimiento del narcotráfico en esa localidad que tiene 23 000 hectáreas sembradas de coca, la mayor extensión de todos los municipios del país.
En ese aspecto el prelado afirmó que la mayoría de los tumaqueños quieren dejar de sembrar coca, pero no tienen otra alternativa de sustento. “Los pobladores no tienen otros caminos”, lamenta.
“El Gobierno no tiene la celeridad que se necesita; hace seis meses hubo una reunión (para tratar los problemas) y de ellos eran solo dos funcionarios” para atender a todo el departamento de Nariño, dice.
A modo de ejemplo, el Obispo indica que por un kilo de cacao a los campesinos les pagan solo 5 000 pesos (unos USD 1,7) y deben sacar el producto por ríos, lo cual aumenta los costos de producción, mientras que por la hoja de coca reciben mucho más y se las compran en el mismo lugar donde la siembran.
El resurgimiento de la violencia guerrillera un año después de la firma de paz con las FARC es otro fenómeno que impide que los tumaqueños lleven una vida normal pues los constantes ataques de una disidencia que se hace llamar “Frente Óliver Sinisterra” han dejado a la ciudad sin electricidad varias veces este año.
Estos disidentes son los mismos que el 26 de marzo secuestraron a tres miembros de un equipo periodístico de EL COMERCIO a quienes posteriormente asesinaron sin que hasta el momento hayan devuelto los cadáveres.
Por si fuera poco, Tumaco, a pesar de ser el segundo puerto del país sobre el Pacífico, tiene un elevado índice de desempleo que, según el prelado, llega al 60%; la distribución de combustible es controlada por mafias, el servicio de salud es precario, la corrupción es endémica y el programa gubernamental de sustitución de sustitución de cultivos ilícitos avanza muy lento.
Ante esto, los tumaqueños, con el apoyo de la Iglesia católica, convocaron para este viernes una manifestación por la vida que se concentrará en el polideportivo San Judas, plazoleta en la que estuvo el papa Juan Pablo II en su visita a esa localidad en julio de 1986.
Durante la manifestación los pobladores pedirán al presidente colombiano, Juan Manuel Santos, que adopte medidas necesarias pero desde el propio territorio porque, según asegura el obispo, las soluciones propuestas desde Bogotá hasta ahora no pasan de “paños de agua tibia”.
“Hay que empezar a pensar este tipo de desarrollo que se puede instaurar y que generaría trabajo y bienestar. Para ello, lo primero que hay que hacer es sentarse, mirar y también escuchar a la sociedad civil que tiene algo que decir”, concluye el prelado.