Accra.AFP
Barack Obama, el primer presidente negro de EE.UU., llamó ayer a África a tomar las riendas de su destino luchando contra las prácticas antidemocráticas, los conflictos y la enfermedad, y asegurando el apoyo estadounidense en esta vasta empresa.
Obama aumentó la intensidad de su primera visita como presidente al África negra al recordar sus orígenes, visitar un centro testimonio de la trata de esclavos africanos y adaptando su gran eslogan de campaña: “Yes, you can”.
“Pueden vencer la enfermedad, acabar con los conflictos, cambiar fundamentalmente las cosas. Pueden hacerlo. Sí pueden (‘yes, you can’)”, dijo, ante los aplausos de los diputados ghaneses ante los cuales se expresaba.
La visita de Obama a Ghana levantó el fervor popular. Cientos de personas esperaron desde el amanecer en los alrededores del Palacio Presidencial, donde fue recibido antes de dirigirse al Parlamento, con la esperanza de ver durante unos segundos al dirigente de EE.UU. Algunos enarbolaban pancartas en las que se leía: “Obama, eres el verdadero hijo de África que queremos”.
Entre la multitud, Ama Agyeman, una mujer de 80 años, en silla de ruedas, ayudada por su nieto de 10 años, explicó: “Quiero ver al Primer presidente negro de EE.UU. antes de morirme”.
Obama, hijo de un keniata que emigró a Estados Unidos para estudiar antes de volver a su país, recordó ante el Parlamento que “la sangre de África” corre por sus venas y que sabe el daño que el colonialismo ha hecho al continente.
Recordó que, si a su abuelo le llamaron “boy” durante gran parte de su vida bajo la autoridad británica en Kenia, son el tribalismo y el nepotismo los que bloquearon la carrera profesional de su padre. Pero agregó que “es fácil acusar a los demás (…), pero Occidente no es responsable de la destrucción de la economía zimbabuense en la última década, o de las guerras en las que se enrola a niños entre los combatientes”.
Obama, que escogió Ghana por ser el escaso ejemplo en África de transiciones democráticas y éxitos económicos, pidió así a los africanos que adoptaran reglas de buena gobernanza y acabaran con los cambios brutales de régimen, porque “África no necesita hombres fuertes, necesita instituciones fuertes”. Señaló que el apoyo estadounidense al desarrollo dependería de esta adhesión a las reglas democráticas.
El viaje del Mandatario adquirió más emoción cuando se desplazó junto a su esposa Michelle, descendiente de esclavos, y sus dos hijas, Malia y Sasha, al castillo de Cape Coast, antiguo centro de trata de esclavos, del que partieron miles de africanos con destino a Europa, América y el Caribe para un viaje sin retorno.
También señaló que esperaba que la visita inspirara a sus dos hijas, que crecieron en un entorno privilegiado, “la sensación de obligación de luchar contra la opresión y la crueldad”.