El mapa electoral latinoamericano ha dado un giro, más allá de los lógicos ciclos pendulares, el mandato de los pueblos en las urnas ha buscado no solamente cambios políticos o reafirmaciones ideológicas, sino, especialmente personalidades atemperadas para el ejercicio del poder en crisis.
Muchos podrían pensar que soplan vientos derechistas, o que la apuesta por el continuismo marcó la temperatura electoral en países tan distantes y distintos como Uruguay o Colombia que ratificaron con otros nombres diferentes en las papeletas presidenciales, las propuestas exitosas.
Tras una temporada importante en materia de consolidación democrática y madurez política en Chile, la Concertación – que no era otra cosa que la coalición centroderechista democristiana y socialista- deja el poder en manos de un empresario de éxito económico brillante y de clara tendencia derechista. Lo bueno de todo: la madurez de la transición en medio de la tragedia telúrica, el talante de los presidentes saliente y entrante y la cálida imagen de la señora Bachelet, de una concepción socialista abierta al liberalismo económico con contenido social.
En Colombia, la continuidad ha sido el tono de la última elección parlamentaria y aunque no corrió la reelección de Álvaro Uribe, su tendencia recibió un fuerte espaldarazo al conseguir su partido, el de la U y el conservatismo las más grandes bancadas del próximo congreso y poner a sus candidatos en la línea de partida para las elecciones en mayo próximo. Los colombianos refrendaron en las urnas la lucha contra el narcoterrorismo de las FARC y su sangrienta propuesta.
Al sur, en Uruguay, dio muestras de madurez democrática y olfato un ex guerrillero tupamaro. Pepe Mujica sucede a Tabaré Vázquez que se va con gran imagen de estadista y en medio del respeto del concierto latinoamericano. Y aunque el continuismo del Frente Amplio es la marca, el pragmatismo de sus líderes deja huella. Mujica dijo que hará un gobierno que no es dueño de la verdad.
En El Salvador y tras largos años de dominio derechista asumió el poder el candidato del Frente Farabundo Martí, Funes. La antigua guerrilla optó por el camino democrático, una apuesta viable. En Honduras, mientras, la fractura institucional por el intento de autoprórroga de Zelaya pasa factura. El rechazo al golpe endosó un difícil reconocimiento al presidente Porfirio Lobo y me temo que la reinstitucionalización tardará.
En el gran Brasil una correcta conducción de Lula empañada por su indiferencia y hasta displicencia con el caso de la muerte del disidente cubano tendría como epílogo una vuelta a una tendencia de centro moderado.
En Argentina el populismo del matrimonio peronista displicente ya agotó su cuerda. Y queda Chávez, atrapado en sus redes y que ahora intenta controlar hasta la web electrónica de la Internet. No hay mal que dure 100 años.